Cuidando del don que Dios nos otorgó
Prometiste obedecer hasta la muerte y hoy abandonas la tarea que recibiste cual don por parte de Dios.
Hay quienes no sólo no se esfuerzan en multiplicar el don que Dios les dio, sino que además, por su dejadez, parecieran querer perderlo. Estos son los que se alejan de la obediencia y no piden nunca perdón, como si siempre tuvieran la razón. ¿Qué dices, hermano? Prometiste obedecer hasta la muerte y hoy abandonas la tarea que recibiste cual don por parte de Dios.
La sumisión se ha corrompido, porque el perzoso dice, oponiéndose: “¡Me da tanto miedo el mar! ¿Cómo subirme a una barca?”. Esto es falta de fe, porque nos da miedo eso que no debería producirnos ningún temor. Si tuvieras fe, al cumplir tu obediencia no sólo atravesarías los mares en barco, sino que lo harías sin sufrir perjuicio alguno, recordando aquel discípulo obediente que, fortalecido por el mandato de su padre espíritual, atravesó las aguas del Nilo sin tan siquiera mojarse, ante la incredulidad de quienes le veían.
(Traducido de: Sfântul Teodor Studitul, Cuvântări duhovnicești, Editura Episcopia Alba Iulia, Alba Iulia, 1994, p. 183)