¡Cuídense de juzgar a los demás!
Rechacen todo espíritu de curiosidad. Trabajen sin preocuparse por lo que hagan los otros. Cuando no somos curiosos, cada uno recibe lo que le es debido, por parte de Dios. No podemos engañar a Dios. Él es tan poderoso y tan justo, que no podemos ocultarle nada.
Imiten la actitud de cierto hombre a quien Dios amaba mucho, el Padre Misael, del Monasterio San Panteleimón, quien solía afirmar: “Si alguien se me opone, cedo”.
En compañía de quienes les reciban, de los elegidos de Dios que les salgan al encuentro y acepten que les sirvan, considérense, ante todo, indignos y honrados. Entonces, su vida cambiará. En cambio, si juzgan a los otros por cualquier nimiedad, perderán todo…
De igual manera, es un engaño, una ilusión, esperar la plenitud de un grupo entero, más que la de una sóla persona. Primero, porque no tenemos una idea cierta y correcta de lo que es la perfección. Luego, porque ésta consiste en asemejarse totalmente a Dios.
Rechacen todo espíritu de curiosidad. Trabajen sin preocuparse por lo que hagan los otros. Cuando no somos curiosos, cada uno recibe lo que le es debido, por parte de Dios. No podemos engañar a Dios. Él es tan poderoso y tan justo, que no podemos ocultarle nada.
(Traducido de: Arhimandritul Sofronie, Din viaţă şi din duh, Editura Pelerinul, Iaşi, 1997, pp. 51-52)