«La castidad del espíritu devuelve también la pureza perdida del cuerpo. El abbá Zósimo, quien cultivaba tanto la una como la otra, se postró ante la venerable María de Egipto, quien desde muy joven se había entregado a la lujuria. Sin embargo, la castidad espiritual que la venerable María logró alcanzar, la ayudó a sanar por completo»,

«Mucho más valiosa es la castidad espiritual, porque esta representa el cumplimiento del mandamiento de Dios, cuando la mente del hombre se une a Dios con la oración. Esta pureza espiritual puede ser alcanzada por todos, tanto por quienes viven casados como por quienes han elegido la soltería. Los monjes que carecen de esta virginidad del espíritu son infelices, porque no solo no engendran según las normas naturales del cuerpo, sino que tampoco transfieren su existencia al Paraíso» (Padre Sofronio de Essex)

(Traducido de: Hierotheos Vlachos, Mitropolit de Nafpaktos și Sfântul Vlasie, Cunosc un om în Hristos: Părintele Sofronie de la Essex, traducere din limba greacă de Pr. Șerban Tica, Editura Sophia, București; Editura Cartea Ortodoxă, Alexandria, 2011, p. 342)