Cultivando la relación entre nuestros hijos y la Iglesia
Esas experiencias y vivencias religiosas del niño son amplificadas por el cuidado que dedicamos para que en su habitación no falten los íconos, manteniendo una lamparilla o una veladora encendida o adornando con flores la casa cuando haya alguna fiesta religiosa.
Los niños más pequeños no se plantean como un problema el acto de asistir a la iglesia y todo lo que este implica. De hecho, para ellos es una gran alegría asistir a la iglesia, si ven que también lo es para sus padres. Tan grande es el gozo que sienten, que, a esa edad, no hace ninguna falta tratar de imponerles nada.
Esas experiencias y vivencias religiosas del niño son amplificadas por el cuidado que dedicamos para que en su habitación no falten los íconos, manteniendo una lamparilla o una veladora encendida o adornando con flores la casa cuando haya alguna fiesta religiosa, por ejemplo. Si hacemos todo eso, no con un propósito meramente educativo (tarde o temprano, los niños se darán cuenta de ello e inmediatamente su relación con la religión podría enfriarse), sino como parte de la forma de vida en familia, les será de gran ayuda.
(Traducido de: Cum să educăm ortodox copilul, Editura Sophia, București, 2011, p. 93)