Palabras de espiritualidad

Cumplir con la voluntad de Dios nos hace perdurar

  • Foto: Oana Nechifor

    Foto: Oana Nechifor

Cuando el hombre busca con avidez las efímeras cosas del mundo, sus pensamientos se agitan; sin embargo, cuando, llenándose de buen juicio, regresa al camino de la voluntad de Dios, sus pensamientos y razonamientos recobran su verdadero propósito.

“Pasa el mundo, al igual que su atracción”. ¿Hay alguien que no lo sepa? Todo pasa. Todo lo que hay a nuestro alrededor: las cosas, las personas, los acontecimientos… hasta nosotros mismos. Pasa también lo atractivo del mundo: por eso que vamos de cosa en cosa, probando una tras otra.

No hay nada que perdure. Todo viene y va. ¿Cómo? ¿Es que no hay algo que sea perdurable? Sí, dice el Apóstol: “El que hace la voluntad de Dios, permanece para siempre”. Pero este mundo, tan volátil y cambiante, ¿cómo es que permanece? Tal es la voluntad de Dios. La voluntad de Dios es inmutable, y su fundamento es eterno. Lo mismo pasa con el hombre que persevera en el cumplimiento de la voluntad divina. Cuando el hombre busca con avidez las efímeras cosas del mundo, sus pensamientos se agitan; sin embargo, cuando, llenándose de buen juicio, regresa al camino de la voluntad de Dios, sus pensamientos y razonamientos recobran su verdadero propósito. Es así como, finalmente, cada aspecto de su vida adquiere un sentido lleno de serenidad y un orden imperturbable. Y, comenzando en esta vida, esa paz y ese sosiego le acompañarán en todo momento, incluso en su paso a la eternidad.

¡Esto es lo que, a pesar del bullicio de nuestra vida en sociedad, permanece en nosotros! Es vivir haciendo la voluntad de Dios.

(Traducido de: Sfântul Teofan ZăvorâtulTâlcuiri din Sfânta Scriptură pentru fiecare zi din an, Editura Sophia, București, pp. 24-25)