De cómo Dios envió unas avecillas para que cantaran durante la Divina Liturgia
Al finalizar la Divina Liturgia, los pajarillos alzaron el vuelo y se perdieron en lo profundo de las montañas. Decía el padre que nunca más los volvió a ver.
En la primavera del año 1948, el padre Cleopa pronunció una hermosa homilía sobre los santos Constantino y Elena. Al parecer, la prédica del padre no fue del agrado de las autoridades locales (del régimen comunista rumano, N. del T.), quienes decidieron que había que apresarlo.
Esa misma noche, el padre partió a la soledad de las montañas de Sihla, donde permaneció durante los siguientes seis meses, practicando el ayuno y la oración incesante. Por tal razón, hubo de enfrentar un sinfín de tentaciones. Algunas veces, los demonios lo amenazaban con visiones, otras veces lo instaban a caer en la tristeza más profunda o a sentir miedo, y otras veces le enviaban sueños a cuál más aterrador. Sin embargo, con la ayuda del Señor y las oraciones de la Santísima Virgen, el padre pudo vencer todas esas artimañas del maligno.
Un día, viendo que se le terminaban los Santos y Purísimos Dones, que llevaba en una cajita atada al pecho para poder comulgar cada semana, se preparó para celebrar la Divina Liturgia. Y, como no había quién cantara durante la Liturgia, Dios dispuso que lo hiciera una bandada de pajarillos que justo en ese momento vino a posarse sobre las ramas de un árbol. Y cantaban tan bellamente, que, admirado, el padre Cleopa entendió en el acto que fue Dios quien los envió, para ayudarlo a glorificar juntos a Cristo Dios.
Al finalizar la Divina Liturgia, los pajarillos alzaron el vuelo y se perdieron en lo profundo de las montañas. Decía el padre que nunca más los volvió a ver.
En el otoño de 1948, el padre Cleopa volvió de las montañas. Y en el verano de 1949, fue enviado por el patriarca Justiniano, junto con otros trece monjes del Monasterio Sihăstria, a renovar el Monasterio Slatina, que estaba prácticamente vacío. La partida del padre Cleopa, así como la pérdida de una gran parte de la comunidad del Monasterio Sihăstria, hizo que los moradores de este cenobio se llenaran de tristeza. A los pocos años, con la ayuda de Cristo, el Monaserio Slatina, conducido diligentemente por el padre Cleopa, llegó a ser el monasterio mejor organizado de Rumanía.
(Traducido de: Arhimandritul Ioanichie Bălan, Patericul românesc, Editura Mănăstirea Sihăstria, p. 746)