Palabras de espiritualidad

De cómo el enemigo de nuestra salvación hace lo imposible por llevarse un alma

  • Foto: Oana Nechifor

    Foto: Oana Nechifor

Los mártires y los santos veían la muerte del alma en la vida sin Cristo y, en la muerte por Cristo, la promesa de la vida eterna.

Para ganar un alma hay que luchar mucho. El cielo quiere ganársela, porque para él fue creada. Pero también el infierno hace lo imposible por llevársela. Hay personas preocupadas por la salvación del alma, sí, pero a la mayoría les interesa solamente cuidar su cuerpo, porque no pueden desprenderse de las cosas terrenales, olvidando que todo eso es pasajero.

El mundo entero es como un mercado de licitaciones en el que el demonio deambula buscando almas. Al tentar por tercera vez al Señor, enseñándole los reinos del mundo y su grandeza, le dijo: “Todo esto te daré si te pones de rodillas y me adoras” (Mateo 4, 8-9). De todo lo que hay en el mundo, visible e invisible, el demonio no necesita nada más que el alma del hombre y, si fuera posible, daría el mundo entero por una sola alma. Es doloroso que muchos se dejen engañar con “precios” ínfimos, comenzando con Eva, quien vendió el Paraíso por una manzana. Esaú renunció a la bendición paterna por un plato de lentejas; los hijos de Jacob vendieron a su hermano José por envidia, y el pueblo judío, también por envidia y maldad, mató a todos los profetas enviados por Dios, culminando con el asesinato, de la forma más dolorosa y oprobiosa posible, de Jesucristo.

En cambio, los Santos Apóstoles y los cristianos de los primeros siglos —e incluso de nuestros tiempos, en algunos países en proceso de conversión al cristianismo—, eligieron los peores tormentos y hasta la muerte misma, renunciando a cualquier riqueza y a las dignidades prometidas a cambio de renegar de Cristo. En la vida sin Cristo veían la muerte del alma, y en la muerte por Cristo, la promesa de la vida eterna.

¡Estemos atentos a nuestra forma de vida y al cuidado que dedicamos a la salvación de nuestra alma! Si hasta hoy desconocíamos el precio del alma, al menos desde este momento podemos empezar a enderezar nuestro camino, buscando la salvación bajo la guía de la Santa Iglesia.

El Santo Apóstol Pedro nos enseña: “Sed sobrios y estad siempre alerta, porque vuestro enemigo, el demonio, ronda como un león rugiente, buscando a quién devorar” (I Pedro 5, 8) ¡Permanezcamos firmes en la lucha contra las tentaciones del pecado y, con la ayuda de nuestro Buen Dios, venceremos!

(Traducido de: Arhimandritul Serafim ManCrâmpeie de propovăduire din amvonul Rohiei, Editura Episcopiei Ortodoxe Române a Maramureșului și Sătmarului, 1996, pp. 22-23)