Palabras de espiritualidad

De cómo nos “emparentamos” con los ángeles

  • Foto: Constantin Comici

    Foto: Constantin Comici

El hombre de Dios, quien también es carismático, transmite el don divino y transforma a quienes viven sometidos a la carne.

El amor interior delata a quien lo posee, porque endulza incluso a todo el ser exterior y lo embellece con la Gracia Divina, la cual no puede ocultarse, porque es irradiada. El ángel comparte siempre como un ángel lo que tiene: alegría y gozo celestiales. En cambio, el demonio, incluso cuando se disfraza de ángel, lo que irradia es agitación —eso es lo que tiene— o perturba ligeramente el corazón, con tal de embaucar al alma con un placer corporal, como si fuera, aparentemente, algo espiritual y divino.

El hombre humilde, aunque carezca de experiencia, sabe distinguir al ángel de Dios del demonio, porque posee pureza espiritual y está “emparentado” con el ángel. En cambio, el hombre egoísta y carnal, además de ser fácilmente engañado por el maligno, transmite también su propia malicia y sensualidad, dañando a las almas débiles con sus “microbios” espirituales.

El hombre de Dios, quien también es carismático, transmite el don divino y transforma a quienes viven sometidos a la carne. Así, librándolos de la esclavitud de las pasiones, los acerca más a Dios y los ayuda a salvarse.

(Traducido de: Cuviosul Paisie AghioritulEpistole, Editura Evanghelismos, pp. 151-152)