De cómo podemos reconocer la autenticidad de un milagro
La sanación de un enfermo con medicamentos, o por medio de un tratamiento cualquiera, como una operación, fármacos, dieta, etc., es algo natural. Pero la sanación con la sola palabra o a la distancia, de algún padecimiento grave o incurable, sin duda es un milagro, porque no es algo obrado de forma natural, sino con la Gracia de Dios.
Debido a que se trata de fenómenos, es decir, de actos que son percibidos por los sentidos, no es difícil reconocer lo que es un milagro y lo que no lo es. La diferencia entre los milagros auténticos y los “falsos” puede hacerse fácilmente, si tenemos en cuenta el carácter sobrenatural y el propósito religioso-moral del milagro, así como las condiciones que debe cumplir el taumaturgo (la persona que obra milagros) como órgano o instrumento de la revelación divina.
El milagro se puede conocer como tal y distinguir de los fenómenos o actos naturales, porque supera, como efecto, las causas naturales. La sanación de un enfermo con medicamentos, o por medio de un tratamiento cualquiera, como una operación, fármacos, dieta, etc., es algo natural. Pero la sanación con la sola palabra o a la distancia, de algún padecimiento grave o incurable, sin duda es un milagro, porque no es algo obrado de forma natural, sino con la Gracia de Dios.
El milagro también se diferencia de los hechos históricos comunes, por el hecho de que, teniendo un carácter extraordinario, atrae la atención de los contemporáneos de una forma totalmente excepcional.
¿Cómo diferenciar un milagro legítimo de uno falso? Aunque este último parezca real, jamás tendrá un propósito religioso-moral, sino que siempre servirá a un interés determinado, usualmente material, o para satisfacer la curiosidad de las masas. Estos son los “milagros” que realizan los chamanes, los brujos de las tribus primitivas, los espiritistas, los que practican la hipnosis, etc.
(Traducido de: Mitropolitul Irineu Mihălcescu, Teologia luptătoare, Ediția a II-a, Editura Episcopiei Romanului și Hușilor, 1994, pp. 109-110)