Palabras de espiritualidad

De cómo un ángel le anunció a un monje que el final de sus días estaba cerca

  • Foto: Oana Nechifor

    Foto: Oana Nechifor

Un hermano le pidió que orara por él, tanto en los días de vida terrenal que le quedaban, como en la eternidad... El padre le respondió: ¡Hermano, soy yo quien necesita de sus oraciones, porque estoy por partir! ¡Pídele a los demás que también oren por mí!”.

Contaba uno de los hijos espirituales del padre Marcos Dumitrescu, que, poco antes de la muerte del padre, lo encontró en su celda, meditando sobre las palabras: “Nos hemos convertido en una cosa impura, toda nuestra justicia es como el paño sucio de una adúltera”. Y decía el anciano: “¿Te das cuenta, hermano? ¡Como un paño sucio! Y no solamente eso. ¡Como el paño sucio de una adúltera!”.

Pöcos días antes de morir, el padre soñó que subía por una escalera y que le quedaban solo algunos peldaños para llegar al final de la misma.

En esos días, el padre le contó a otro de sus discípulos que había soñado que iba caminando por un hermoso campo, y que un ángel lo había alcanzado para cogerle la mano y caminar con él. En su sueño, el padre le dijo al ángel que quería quedarse en aquel lugar, pero este le respondió que aún no era el momento. Y, entonces, se despertó. Estos dos sueños claramente significaban que se acercaba el final de sus días en esta vida, para pasar al descanso eterno en Cristo, luego de tanto sufrimiento.

Pocos meses antes de partir a la eternidad, el padre Marcos, presintiendo que el final estaba cerca, llamó a todos los miembros de la comunidad del monasterio y les pidió perdón, por si había alguno que tuviera alguna desavenencia con él.

Un hermano le pidió que orara por él, tanto en los días de vida terrenal que le quedaban, como en la eternidad, si había obtenido el derecho de estar con Dios. El padre le respondió: ¡Hermano, soy yo quien necesita de sus oraciones, porque estoy por partir! ¡Pídele a los demás que también oren por mí!”.

El viernes de la primera semana de la Cuaresma de 1999, sintiendo que había llegado el momento de volver al Señor, el padre Marcos pidió comulgar por la mañana, y a las doce del mediodía le entregó su alma a Dios.

¡Concede, Señor, que Tu siervo, el monje Marcos, descanse entre Tus santos!

(Traducido de: Arhimandrit Ioanichie BălanPatericul românesc, Editura Mănăstirea Sihăstria, p. 769)