Palabras de espiritualidad

De cómo un hogar puede llegar a convertirse en un auténtico infierno. Un breve relato real

    • Foto: Oana Nechifor

      Foto: Oana Nechifor

¿Cómo es posible que un hogar pueda llegar a convertirse en un infierno? Ahí donde no se ayuna, donde no se ora por la mañana y en la noche, donde no se lleva una vida pura, donde no se asiste a la iglesia, donde se bebe desde el amanecer, se fuma y se insulta, la casa se convierte en un verdadero infierno.

Un día, caminando por una calle cualquiera, un sacerdote se encontró con un niño de unos cinco o seis años, con los pies descalzos y agrietados, el pelo enmarañado, muy, muy sucio. El sacerdote se le acercó afablemente y le preguntó:

—¿De dónde vienes, hijito?

—¡Del infierno!

El sacerdote se quedó antónito ante semejante respuesta.

—¿Cómo se llama tu padre?

—¡Satanás!

—¿Qué dices? ¿Y tu madre?

—Ella se llama “Ala de satanás”!

—No entiendo… ¿Tienes hermanos o hermanas?

—Sí.

—¿Cómo se llaman?

—Demonios.

El sacerdote se quedó en silencio por unos instantes, pensativo. Después, insistió:

—¿En dónde vives?

—¿Quiere venir conmigo? ¡Sígame, que le enseñaré!

Y se fueron juntos. Cuando llegaron a las afueras de aquel poblado, el niño le señaló al sacerdote una casa pequeña, casi derruída, con el cerco y el cobertizo a punto de caerse.

El sacerdote tomó la mano del niño y abrió la puerta. Adentro, los padres del pequeño tenían una encendida disputa, con gritos, improperios y empujones. El hombre insultaba a la mujer, y esta le respondía: “¡Vete de aquí, satanás!”. El hombre replicaba: “¡Tú eres el ala de satanás!”. De una habitación salieron otros niños. El hombre, al verlos, les gritó: “¡Váyanse de aquí, pequeños demonios!”. Cubriéndose los ojos con las manos, tratando de ocultar su llanto, la mujer agregó: “¡Ay de mí, esta casa es un infierno!”.

Al presenciar semejante escena, el sacerdote entendió lo que le había dicho el niño. Si todos los días oía a sus padres decir que vivían en el infierno, el pobrecito había empezado a creer que ese era efectivamente su hogar. Y que su papá era satanás, su mamá el “ala del maligno” y sus hermanos, unos demonios. Esto era lo que le repetían todos los días en su casa.

Pero ¿cómo es posible que un hogar pueda llegar a convertirse en un infierno? Ahí donde no se ayuna, donde no se ora por la mañana y en la noche, donde no se lleva una vida pura, donde no se asiste a la iglesia, donde se bebe desde el amanecer, se fuma y se insulta, la casa se convierte en un verdadero infierno. Y el maligno viene a morar a ese lugar. ¡Y qué amargos y terribles son los días de quienes tienen que vivir en esa situación!

Todo el día insultos, todo el día golpes y empujones, todo el día sufrimiento. ¡El demonio ha hecho su nido en ese hogar! Porque es él quien trae todo el odio, la animadversión, la ira, las ofensas, las maldiciones, los improperios, la muerte, la bebida, el desenfreno. Ahí donde entra el maligno, todo queda destruido. ¡Hace de esa casa un infierno!

Pero, ahí donde los padres y los hijos oran al levantarse, y también al irse a trabajar o a la escuela, ahí donde son respetados los períodos de ayuno establecidos por la Iglesia, donde se practica la caridad y la lectura de libros de edificación espiritual, donde se es paciente en las tribulaciones y las enfermedades, ahí está la bendición de Dios y todo camina según lo dicta Su Providencia, para el bien del alma y en favor de nuestra salvación.

(Traducido de: Ne vorbește Părintele Cleopa 7, Ediția a III-a, Editura Mănăstirea Sihăstria, Vânători-Neamț, 2010, pp. 92-94)