De la acción y la inacción del mal en nuestra vida
Si el hombre dirige su mirada al Señor Crucificado —cuyo Cuerpo, clavado en la altura de la Cruz, mantuvo inactiva la ley de la serpiente del pecado en nuestro cuerpo—, se salvará.
La astuta serpiente engañó al hombre con la desobediencia desde el inicio, e introdujo en nuestro cuerpo mismo la ley del pecado, inmiscuyéndose como una serpiente en nosotros a través del placer. Por eso, aquel que siga el camino de la virtud y carezca de toda pasión, si decide volver a Egipto, es decir, a la oscuridad del pecado, caerá herido por dicho reptil. Sin embargo, si lo que hace es dirigir su mirada al Señor Crucificado, cuyo Cuerpo, clavado en la altura de la Cruz, mantuvo inactiva la ley de la serpiente del pecado en nuestro cuerpo, lo que sucederá es que se salvará. La serpiente es de bronce, porque la naturaleza de este material no se modifica, no se oxida, tal como el cuerpo del Señor no fue tocado por el óxido del pecado y jamás conoció la corrupción. Pero, ya que San Gregorio dice que “la serpiente de bronce fue elevada como remedio en contra de las serpientes que mordían, no como un modelo de Aquel que sufrió por nosotros en la cruz, sino como un anti-modelo”, para que, quien creyera, “matara (con la serpiente) las fuerzas que estaban debajo de esta”, es necesario aclarar este asunto.
Quien purifique su visión espiritual por medio de la virtud y el conocimiento de Dios, conocerá claramente que el mal es no-hipostático, porque no está en ninguno de los seres existentes, con la excepción de su presencia en nuestras acciones. Así, aunque la serpiente, como precursora del mal, introdujo en el hombre la perversión del pecado por medio de la desobediencia, a Moisés se le ordenó hacer una serpiente de bronce, anunciando lo que habría de ser la venida del Señor: porque Él Mismo y solamente por medio de Su Pasión crucificó el pecado y nos lo mostró inútil y muerto. En consecuencia, quien dirija su mirada al Señor y tenga la convicción de que el enemigo está muerto y no puede hacer nada, matará los poderes que están debajo del maligno; porque el demonio, de ninguna manera, ni por medio de lo sensible, ni a través de los sentidos, cuyo dominio tiene también, puede dañar a alguien. Por eso es que nuestro padre Gregorio decía que esa serpiente no era un modelo, sino lo contrario, representando la muerte del maligno.
(Traducido de: Sfântul Maxim Mărturisitorul, Întrebări și nedumeriri, Editura Doxologia, Iași, 2012, pp.77-78)