De la devoción de un anciano monje a la Santísima Virgen María
Entró en la iglesia del monasterio, se arrodilló frente al ícono de la Madre del Señor “Reina de los ángeles” y dijo: “Oh, Madre de Dios, desde que vine al monasterio, tú eres mi madre”. Y en ese momento quedó libre de aquel pensamiento que tanto le agobiaba.
El primer fundador de la celda “San Efrén” del desierto de Katunakia fue el anciano Longinos. Este había morado durante muchos años en el Monasterio Jenofonte y también había sido capitán del barco del monasterio. Un día, cuando navegaba tranquilamente, la barca se detuvo de forma brusca. Cuando Longinos trató de ver qué era lo que obstaculizaba el hasta ahora sereno deambular del barco, vio que había un ícono de la Madre del Señor, llamado “Reina de los ángeles”, adherido al casco de la nave. Años después, cuando se estableció en Katunakia, el padre Longinos se llevó consigo aquel ícono, para seguir recibiendo su bendición y protección. Ahí, a mediados del siglo XIX, construyó una pequeña celda. Posteriormente, vino a vivir con él el padre Efrén, un joven monje lleno de entusiasmo y muy laborioso. Habiendo dejado su lugar de nacimiento, Tiva, este último se entregó completamente al trabajo monacal y a la edificación de iglesias y celdas. De hecho, él es el principal constructor de la celda “San Efrén”.
Hubo un tiempo en el cual el stárets Efrén de Katunakia tuvo que luchar denodadamente contra el pensamiento de ir a visitar a su amada madre. Su corazón le decía: “¡Iré a ver a mi madre y después de eso ya podré morir en paz!. Entonces, entró en la iglesia del monasterio, se arrodilló frente al ícono de la Madre del Señor “Reina de los ángeles” y dijo: “Oh, Madre de Dios, desde que vine al monasterio, tú eres mi madre”. Y en ese momento quedó libre de aquel pensamiento que tanto le agobiaba.
(Traducido de: Ieromonahul Iosif Agioritul, Starețul Efrem Katunakiotul, traducere de Ieroschim. Ștefan Nuțescu, Schitul Lacu-Sfântul Munte Athos, Editura Evanghelismos, București, 2004, pp. 27-28, 30)