Palabras de espiritualidad

De la inmensa piedad que debe caracterizar al cristiano verdadero

    • Foto: Bogdan Bulgariu

      Foto: Bogdan Bulgariu

Aquellos que no conocen a Dios o se le oponen, son dignos de toda nuestra compasión. Mi corazón sufre por ellos y derramo incontables lágrimas al pensar en su desgracia. 

El hombre juicioso piensa: “Todo el que se desvía de la verdad, perece” y, por eso, se apiada de sus semejantes que se han extraviado. Pero quien no haya aprendido del Espíritu Santo cómo amar, no podrá orar por sus enemigos. Por otra parte, quien sí haya aprendido del Espíritu Santo cómo amar, se entristecerá toda su vida por aquellos que no se salvan y derramará muchas lágrimas por todos los demás, y la Gracia de Dios le dará el poder de amar a sus semejantes.

Si no amas a tu hermano, al menos no lo denigres ni lo ofendas, y esto será algo bueno. Pero si alguien maldice o insulta al otro, está claro que un espíritu maligno pervive en él y, si no se arrepiente, correrá tras la muerte allí donde moran los espíritus impuros. ¡Que el Señor guarde a todas las almas de semejante desgracia!

¡Entendámoslo, por favor! Esto es algo muy sencillo de entender. Aquellos que no conocen a Dios o se le oponen, son dignos de toda nuestra compasión. Mi corazón sufre por ellos y derramo incontables lágrimas al pensar en su desgracia. Para nosotros, la existencia, tanto del Paraíso como de los tormentos del infierno es algo suficientemente claro: es algo que hemos conocido por medio del Espíritu Santo. Esto fue lo que dijo el Señor: “El Reino de Dios está en vuestro interior” (Lucas 17, 22)!

Así pues, ya desde esta vida empieza la eternidad. También los tormentos eternos empiezan aquí. Es por nuestro orgullo que perdemos la Gracia y, con esta, el amor a Dios y la confianza en nuestras oraciones. Es entonces cuando el alma se ve atormentada por los malos pensamientos y no entiende que tiene que hacerse humilde y amar a sus enemigos, porque, de lo contrario, no podrá ser agradable a Dios.

Tú me dirás: “Nuestros enemigos oprimen a nuestra Santa Iglesia. ¿Cómo puedo amarlos?”. Y yo te responderé: “Tu pobre alma no ha conocido a Dios, no ha conocido cuánto nos ama y cuánto anhela Él que todos los hombres se arrepientan y se salven. Dios es amor y nos dio al Espíritu Santo, Quien le enseña al alma a amar a sus enemigos y a orar por ellos, para que puedan salvarse. Esto también es parte del amor. Pero si los juzgamos por sus actos, merecerían ser castigados”.

¡Gracias a Dios por amanrnos tanto, por perdonar nuestras faltas y por revelarnos Sus misterios con el Espíritu Santo!

(Traducido de: Cuviosul Siluan Athonitul, Între iadul deznădejdii și iadul smereniei, Editura Deisis, Sibiu, 2001)