De la lucha entre carne y espíritu
“No hago el bien que quiero, sino el mal que no quiero... En mi interior me agrada la ley de Dios; pero veo en mi cuerpo una ley que lucha contra la ley de mi espíritu y me esclaviza a la ley del pecado que hay en mi cuerpo” (Romanos 7, 19-23).
El Apóstol Pablo describe brillantemente los síntomas de la lucha interior, oponiendo “los actos del cuerpo” a “los frutos del espíritu”: “Porque la carne lucha contra el espíritu, y el espíritu contra la carne; pues estas cosas están una frente a la otra” (Gálatas 5, 16-24).
En nombre de los pecadores que se arrepienten, el Santo Apóstol clama: “No hago el bien que quiero, sino el mal que no quiero... En mi interior me agrada la ley de Dios; pero veo en mi cuerpo una ley que lucha contra la ley de mi espíritu y me esclaviza a la ley del pecado que hay en mi cuerpo” (Romanos 7, 19-23).
Este breve relato nos servirá de ejemplo. Un anciano indio le dijo a su nieto: “En cada uno de nosotros viven dos lobos. Uno representa el mal: el odio, la gula, la envidia, la mentira. El otro, el bien: el amor, la piedad, la confianza, la justicia. Estos dos lobos se mantienen en una lucha constante”. “¿Y quién sale vencedor?”, preguntó el chico. “Aquel al que tú alimentes”, respondió el anciano
En nuestro interior hay un cúmulo de contradicciones en permanente ebullición. La naturaleza animal y el espíritu humano son dos contrarios. Desde la mañana y hasta que llega la noche, incluso durante el sueño, nuestro “yo” se debate entre estos dos fuegos.
(Traducido de: Konstantin V. Zorin, Dacă puterile sunt pe sfârșite. Războiul și pacea omului cu el însuși, traducere din limba rusă de Eugen Tănăsescu-Vlas, Editura Sophia, București, 2015, p. 14)