Palabras de espiritualidad

De la misericordia del Venerable David de Eubea

    • Foto: Oana Nechifor

      Foto: Oana Nechifor

“Pero ¿por qué vives en el mundo? Eres un hieromonje y prometiste permanecer toda tu vida en un monasterio, perseverando en los votos que hiciste a ser tonsurado…”

Un día, al monasterio de San David vino un hieromonje de nombre Eufrosino, quien regularmente oficiaba en una parroquia de la ciudad. Este, involuntariamente, había matado a un hombre, siervo de un conocido patrono de la región. Todos sabían que el mismo maligno se había inmiscuido en todo el asunto. Enfurecido por la muerte de su sirviente, el potentado hizo que encarcelaran al monje y, además, que le confiscaran todo lo que tenía. Así, cuando finalmente salió de prisión, el monje se vio pobre y lleno de deudas, y no encontraba solución a su penosa situación.

Cuando el Venerable David se enteró de todo esto, pensando en la intriga causada por aquel homicido y las deudas del hieromonje, lo mandó llamar y le pidió que le contara todo lo sucedido. Después, le dijo:

—Te creo. Sé que no querías matar a aquel hombre… pero ¿por qué vives en el mundo? Eres un hieromonje y prometiste permanecer toda tu vida en un monasterio, perseverando en los votos que hiciste a ser tonsurado. Pero no cumpliste con lo prometido. Tu sitio está en el monasterio, sin importar las razones que te hayan llevado a vivir fuera de él.

—He pensado mucho en eso, padre. Me siento muy culpable por haber abandonado la vida monástica e irme al mundo. Y, por si fuera poco, cargo con el peso de un homicidio en mi conciencia. Pero hay algo que me mantiene en el mundo: mis hermanas y las deudas que todavía debo liquidar.

—¡Escucha! Ya que te veo muy arrepentido por haber dejado el monasterio, me haré cargo de pagar tus deudas. Ya que con la oración de absolución se borran los pecados, también borraré tus deudas. Eso sí, segurirás siendo una deuda con el Cielo. Por eso, mostrarás tu gratitud al volver al monasterio, permeneciendo ahí con toda contrición y perseverancia.

(Traducido de: Cuviosul David „Bătrânul” – „Copilul” Înaintemergătorului, traducere din limba greacă de Ieroschimonah Ștefan Nuțescu, Editura Evanghelismos, București, 2003, pp. 106-107)