De la perseverancia en el camino del bien
¿De qué sirve la saciedad del vientre de ayer, si el hambre de hoy no encuentra su satisfacción natural? Lo mismo ocurre con el alma: de nada le sirve recordar que ayer era justa, si hoy no tiene suficientes acciones virtuosas.
No tenemos que volver a nuestros actos pasados, sino tender siempre hacia adelante, a nuevas acciones, nuevos actos y sacrificios. Así es también la vida humana: no se contenta con lo que tiene ahora, sino que busca siempre cosas nuevas. ¿De qué sirve la saciedad del vientre de ayer, si el hambre de hoy no encuentra su satisfacción natural? Lo mismo ocurre con el alma: de nada le sirve recordar que ayer era justa, si hoy no tiene suficientes acciones virtuosas. Y es que, de Dios, como Juez, se dice que en donde encuentre a la persona (al morir), ahí mismo la juzgará. Vano es el esfuerzo del hombre justo que se ha apartado del caminio de la verdad, y bineaventurado es el nuevo comienzo del pecador que decide salir del fango donde estaba, porque el primero se ha apartado de lo bueno para caer en lo malo, y el segundo asciende de lo malo a lo que es bueno. Refiriéndose a esto, el profeto Ezequiel dice esto, inspirado por Dios: “Si el justo se aparta de su justicia, comete la injusticia, según las acciones detestables cometidas por el criminal, ¿podrá vivir? No se recordará nada de toda la justicia que había practicado. Por la infidelidad y por el delito que ha cometido morirá... Si el justo se aparta de su justicia para cometer la injusticia y en ella muere, muere por la injusticia que ha cometido. Y si el criminal se aparta de la injusticia que había cometido y practica el derecho y la justicia, salvará su vida. Ha abierto los ojos y se ha convertido de los delitos cometidos; por eso vivirá, no morirá.” (Ezequiel 18, 24-28).
(Traducido de: Patericul Lavrei Sfântului Sava, Editura Egumenița, 2010, p. 103)