De la práctica de la caridad y la pobreza voluntaria
Si tienes riquezas, dáselas a otros; si no las tienes, no las desees. Limpia tu celda de toda cosa inútil. Esto te ayudará a cultivar la templanza, incluso sin buscarla.
Si haces el bien a alguien, no esperes que te lo recompense, y por las dos cosas serás recompensdo por Dios Mismo. Y, si es posible, haz el bien sin pensar en la retribución que en el futuro Dios te dará. Si has puesto la pobreza como límite para tu alma, y por la Gracia de Dios estás libre de toda preocupación, y por tu pobreza te has elevado por encima del mundo, entonces cuida de no amar la ganancia, argumentando que amas a los pobres, para obrar una aparente caridad, y no permitas que tu alma se vea afectada, tomando de uno para darle a otro. Esto haría que pierdas tu honra y tu dignidad, por el hecho de someterte a los demás, pidiéndoles algo, perdiendo así tu libertad y la nobleza de tu intención, desviándote a la agitación por las cosas del mundo y llevándote a creerte en un nivel superior al de los que verdaderamente son compasivos.
Por eso, hermano, te suplico que no te sometas a los hombres. La caridad es como dar de comer a los niños, en tanto que la paz interior es la cima de la perfección. Si tienes riquezas, dáselas a otros; si no las tienes, no las desees. Limpia tu celda de toda cosa inútil. Esto te ayudará a cultivar la templanza, incluso sin buscarla. Porque la modestia le enseña al hombre a practicar la abstinencia. Por el contrario, cuando a nuestro alrededor abundan las cosas inútiles, es muy difícil alcanzar el dominio de sí mismo.
(Traducido de: Sfântul Isaac Sirul, Cuvinte despre nevoință, Editura Bunavestire, Bacău, 1997, p. 120)