Palabras de espiritualidad

De la sabiduría de los padres de la antigüedad

    • Foto: Stefan Cojocariu

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Translation and adaptation:

Si sabes abstenerte de todo esto y aprendes a cuidarte de las salvajes pasiones, estarás renunciando a los ídolos y a la fe perversa, haciéndote un mártir, porque estarás dando testimonio de la fe correcta.

Dijo el anciano Atanasio: «Muchas veces, algunos de ustedes dicen: “¿En dónde quedaron las persecuciones y los suplicios?”. Actualmente, en vez de persecución y tormentos, es la conciencia la que te exhorta a morir para expiar tus pecados, sacrificando la efímera carne; así es como te haces un mártir de forma voluntaria. Antes, la lucha era contra reyes y soberanos. Hoy, el enemigo es el demonio, rey del pecado, y las huestes de espíritus inmundos. Entonces ante los mártires ponían los templos, sacrificios y adoración al maligno. Debes saber que también hoy existen esos templos, sacrificios e ídolos falsos de la mente, en el alma: templos, es decir, la gula; sacrificios, los apetitos; y los ídolos: el espíritu de los placeres. Porque, aquel que sirve al desenfreno y se deleita con placeres, ha renunciado a Cristo y adora ídolos, y lleva consigo la imagen de Afrodita, la desagradable y carnal dulzura. Nuevamente, si alguien no consigue vencer la ira y la irascibilidad, si no renuncia al salvajismo de esas pasiones, es que se ha apartado de Jesús y su dios es Ares (el dios de la guerra), adorando la ira, como señal de su turbación. Por su parte, el que es avaricioso y amante de los placeres, deja de ser compasivo con su hermano y no le muestra su caridad; este se ha apartado de Jesús y sirve a los ídolos; además, en su interior vive Hermes y adora lo creado más que al Creador, sabiendo que la avaricia es la raíz de todos los males.

Luego, si sabes abstenerte de todo esto y aprendes a cuidarte de las salvajes pasiones, estarás renunciando a los ídolos y a la fe perversa, haciéndote un mártir, porque estarás dando testimonio de la fe correcta. Gloria a Dios, ahora y siempre y por los siglos de los siglos. ¡Amén!».

(Traducido de: Mântuirea în lume, Editura Arhiepiscopiei Sucevei și Rãdãuților Suceava, p. 21-22)