Palabras de espiritualidad

De la salvación y el consejo del padre espiritual

    • Foto: Oana Nechifor

      Foto: Oana Nechifor

Si fortaleces todos los puntos, pero no reparas la grieta que se ha formado en el muro de tu fortaleza, por ahí entrarán las huestes del enemigo, aprovechando que has descuidado tu salvación.

La salvación no es algo que esté prescrito en un libro, una respuesta como “página 37, párrafo 3”. No, la salvación es una palabra mística, divina, para cada alma que ha nacido en este mundo; y para cada alma, una palabra en particular.

En el Paterikón vemos cómo viene un monje a buscar a un abbá y le pide un consejo.  Este le dice: “Limpia tu celda, come, bebe, duerme… Haz todo lo que quieras, ¡pero no salgas de tu celda!”. Viene otro, con esta pregunta: “¿Cómo salvarme, abbá?”. Y este le responde: “Ayuna hasta la hora sexta” o algo así. A diferencia del primero, a este le da permiso para salir de la celda, entrar, hacer lo que quiera, porque lo importante es guardar ayuno. A uno le dice una cosa sobre los pensamientos, a otro una cosa distinta.

¿Entonces? Como decía el padre Sofronio, aquí no se trata de teología, ni de alguna doctrina escrita en un libro, sino de una estrategia espiritual, en donde el stárets, ya que el Espíritu le inspira las palabras que ha de decir, entiende que la táctica para la persona respectiva es: “Fortalece tus tropas en este punto”. Si vences en ese punto, lo demás te resultará más fácil. La salvación será una cosa cierta para ti. Pero, atención: si fortaleces todos los puntos, pero no reparas la grieta que se ha formado en el muro de tu fortaleza, por ahí entrarán las huestes del enemigo, aprovechando que has descuidado tu salvación. Luego, se trata de encontrar la grieta en el muro por donde pueden infiltrarse tus enemigos, pero para esto hay que trabajar con Dios, buscando esa palabra divina que será de ayuda. En verdad, se necesita de todo, como de un poco de psicología y de alguna otra formación; pero, si carecemos de eso, con temor y estremecimiento acerquémonos a Dios, para que en nuestros corazones nazca la palabra que está llena de espíritu y verdad.

(Traducido de: Ieromonahul Rafail Noica, Cultura Duhului, Editura Reîntregirea, Alba Iulia, 2002, pp. 46-47)