De la silenciosa vida en virtud de un monje athonita
“¡Gloria a Ti, gloria a Ti, Jesús, Hijo de Dios, por haberme llamado a la vida monacal, a pesar de mi indignidad, trayéndome aquí, al jardín de Tu Madre, para que pudiera orar por todo el mundo!”
Venerable Vitalio “el Monje”, del Santo Monte Athos (1891-1945)
Este piadoso padre rumano fue un grande pero desconocido anacoreta del Monte Athos. Era originario del distrito de Botoşani. Siendo llamado por Cristo a la vida espiritual, el monje Vitalio asumió desde joven el yugo monacal en el Monasterio Neamţ, mostrándose un experimentado en el ayuno y en la oración silenciosa con lágrimas y vigilia.
Buscando un sacrificio más elevado, en 1938 partió hacia el Santo Monte, en donde se hizo una pequeña choza en el bosque que rodea al Monasterio Caracalu. A pesar de vivir en soledad, la abnegación del padre Vitalio no quedó oculta para Cristo. Nadie sabía en dónde vivía, cómo oraba y a qué altura espiritual había llegado. A veces pasaban meses enteros antes de que alguien le volviera a ver. Sólo en verano se acercaba a trabajar al Monasterio Caracalu, en donde recibía algunos alimentos para mantenerse. Después volvía a su añorada soledad.
Los monjes que le conocieron contaban que el padre Vitalio siempre estaba en paz y que su rostro irradiaba una luz especial. Además, decían que guardaba un silencio casi total, que no hablaba de nadie, que se consideraba el más pecador del mundo y que era un avanzado practicante de la “Oración de Jesús”.
Algunas veces, lleno de lágrimas y del regocijo del Espíritu Santo, pronunciaba estas palabras:
“¡Gloria a Ti, gloria a Ti, Jesús, Hijo de Dios, por haberme llamado a la vida monacal, a pesar de mi indignidad, trayéndome aquí, al jardín de Tu Madre, para que pudiera orar por todo el mundo!”
Conociendo desde antes el momento en que habría de morir, el padre Vitalio les anunció a los demás monjes:
—¡Luego de tres días, en la festividad de la Exaltación de la Santa Cruz, me iré con Dios!
Después se confesó, comulgó y, ciertamente, el 14 de septiembre de 1945, en la Exaltación de la Santa Cruz, descansó en paz, entregando su alma en las manos del Señor. Los miembros de la comunidad lo enterraron en el cementerio del Monasterio Caracalu.
¡Señor, concédele el descanso con Tus santos a nuestro padre Vitalio!
(Traducido de: Arhimandrit Ioanichie Bălan, Patericul românesc, Editura Mănăstirea Sihăstria, pp. 581 – 582)