Palabras de espiritualidad

De la vida de la Santa Mártir Susana, reina de Georgia

  • Foto: Gabriela Pipirig

    Foto: Gabriela Pipirig

‟Del mismo modo en que tú renunciaste a tu Creador, así renuncio yo a ti. Ya no tengo nada que ver contigo, sin importar el sufrimiento que deba enfrentar”.

Santa Șushanik (Susana) fue la esposa del príncipe Varsken de Georgia, gobernante de la provincia de Hereti. Habiendo nacido en el seno de una familia cristiana muy devota, fue educada en el amor y el temor de Dios.

En esos tiempos, la región de Kartli se hallaba bajo una fuerte presión política por parte de Persia, y el príncipe Varsken visitó al rey persa Peroz, con la esperanza de estrechar las relaciones entre ambas naciones. Para esto, renunció a la fe verdadera y se convirtió a la idolatría, prometiéndole al rey que al volver a Hereti haría que también su esposa e hijos renegaran del cristianismo.

Cuando se acercaba a la frontera de Hereti, Varsken envió sus emisarios para asegurarse de que sus súbditos lo recibirían con la pompa debida. Al enterarse de la traición de su esposo, Susana se echó a llorar amargamente. Después tomó a sus cuatro hijos, abandonó el palacio y buscó refugio en una iglesia de las cercanías.

Esa noche, Susana fue visitada por su padre espiritual, el anciano Jacobo, quien predijo: ‟La crueldad y la maldad de Varsken son cada vez más grandes. Debes saber que te esperan unos tormentos muy terribles. ¿Serás capaz de permanecer incólume en tus convicciones?”. ‟Prefiero morir, antes que unirme a él y perder mi alma”, respondió ella.

Tres días más tarde, el príncipe llegó a casa. Como había prometido, intentó convencer a su esposa para que también ella se ‟convirtiera”, pero Susana respondió con firmeza: ‟Del mismo modo en que tú renunciaste a tu Creador, así renuncio yo a ti. Ya no tengo nada que ver contigo, sin importar el sufrimiento que deba enfrentar”.

Algún tiempo después, Varsken envió a su hermano menor, Jojik, y al obispo Apots a pedirle a Susana que volviera al palacio. Al principio, ella rechazó regresar, pero finalmente cedió. Partió hacia el palacio, llevando consigo el Santo Evangelio y la hagiografía de los santos mártires, y al llegar se encerró en una pequeña habitación. Dos días más tarde, Varsken volvió a palacio e invitó a Susana, a su hermano Jojik, y a su cuñada a cenar. Sin embargo, la reina no quiso sentarse a la mesa con alguien que había traicionado a Cristo, y apartó la copa que la esposa de Jojik le tendía, para enfado de Varsken. Este, lleno de ira, golpeó sin piedad a su esposa, la quemó con un hierro encendido y la encerró en un calabozo, ordenando a los guardias que no dejaran que nadie la viera.

Seis años sirvió Susana como una esclava. Mientras cumplía con su sentencia, ayudaba a los pobres que venían a buscarla. Gracias a sus oraciones, muchos enfermos fueron sanados. Antes de morir, la Santa Mártir Susana bendijo a quienes la rodeaban y pidió ser enterrada en el lugar en donde su descreído esposo la había echado del palacio.

Esto ocurrió en el año 475. El clero y el pueblo entero lloraron amargamente por la trágica suerte de Susana. Sus restos fueron enterrados tal como ella lo había pedido.

En el año 578, con la bendición del Patriarca-Catolicós Kirion I, las reliquias de Santa Susana fueron llevadas a Tbilisi, en donde aún se conservan, en la iglesia Metekhi.