Palabras de espiritualidad

De la vida del padre Gregorio de Kapsala († 1839)

  • Foto: Stefan Cojocariu

    Foto: Stefan Cojocariu

Era tanta la Gracia que había recibido de Dios, que al confesar no necesitaba preguntar nada a las personas, porque ya conocía cuáles eran sus pecados y las circunstancias en que los habían cometido.

Cuando apenas tenía 15 años, el padre Gregorio, búlgaro de origen, decidió abandonar el mundo y dedicarse a vivir para Cristo. Se dirigió, así, al Santo Monte Athos, en donde habría de permanecer durante los siguientes 60 años de su vida. Durante 50 años fue también padre espiritual, y se dice que era tanta la Gracia que había recibido de Dios, que al confesar no necesitaba preguntar nada a las personas, porque ya conocía cuáles eran sus pecados y las circunstancias en que los habían cometido. Entonces, los fieles, al escuchar de boca del padre sus propias faltas, no podían sino caer de rodillas y experimentar la más profunda contricición. Conocía bien qué clase de tratamiento espiritual imponer a cada quien, según sus capacidades. Incluso era visitado por patriarcas y obispos, quienes venían a pedirle su consejo o alguna guía sobre determinado canon de la Iglesia.

Era indulgente con quienes sabía que habían pecado mucho, para atraerlos al arrepentimiento. Fieles provenientes de distintos países acudían a él para encontrar consuelo para sus almas heridas por el pecado. El padre Gregorio conocía muchos idiomas y también se dice que pudo prever su propia muerte.

3 años después de su deceso, en conformidad con las normas athonitas, sus restos fueron exhumandos, presentando un agradable aspecto y un color amarillento como la cera.

El padre Gregorio vivió en Kapsala y también fue el padre espiritual del padre Arsenio († 1846).

(Traducido de: Antonie Ieromonahul, File de Pateric din Împărăția monahilor  Sfântul Munte Athos. Cuvioși Părinți athoniţi ai veacului al XIX-lea, traducere din limba greacă de Ieromonah Evloghie Munteanu, Editura Christiana şi Sfânta Mănăstire Nera, Bucureşti, 2000, p. 46)

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