Palabras de espiritualidad

De las bondades de la oración y cómo practicarla

    • Foto: Oana Nechifor

      Foto: Oana Nechifor

Dirigirnos a Dios, sin experimentar ese sentimiento de contrición, es algo realmente inconcebible, porque el Reino de Dios se revela solamente a quienes se arrepienten.

Sólo en la oración y en los actos que le conciernen podemos encontrar la fuerza que necesita nuestro corazón. Sólo en la oración podemos dirigirnos al amor de Dios, que nos llama y nos lleva a la pureza y la perfección. Sólo al orar conocemos que existe el verdadero amor al prójimo. Sólo en la oración podemos manifestar nuestros ímpetus más virtuosos y nuestras esperanzas, recibiendo el don de Dios para fortalecerlas y llevarlas a plenitud. Sólo en la oración hay vida verdadera y una felicidad pura. Sin embargo, debemos estar atentos a no caer en los engaños de la tentación, para no aceptar un placer sutil y el orgullo en vez de la Gracia.

¡Y, para esto, lo que tenemos que hacer es orar! Sin oración la vida no es posible.

Se han escrito muchas cosas sobre la oración, mucho se ha dicho de ella, pero a menudo no conseguimos orar de la manera adecuada.

¿Por qué? Porque no cumplimos con las condiciones más importantes y necesairas de la oración y la doxología a Dios, adorando “al Padre en espíritu y en verdad, porque así quiere el Padre que sean los que le adoren” (Juan 4, 23).

La forma de dirigirnos a Dios debe ser una puramente espiritual, apartando completamente de nuestro corazón todo lo creado: “despojémonos de toda preocupación terrenal”.

La segunda condición es que nuestra comunicación debe hacerse “en verdad”, es decir, en la luz de la verdad de Dios, con una sinceridad total. Debemos vernos a nosotros mismos bajo la luz de la verdad de Dios, justamente como lo que somos: unos pecadores, criaturas que no han sabido respetar Sus mandamientos. Dirigirnos a Dios, sin experimentar ese sentimiento de contrición, es algo realmente inconcebible, porque el Reino de Dios se revela solamente a quienes se arrepienten. Y el arrepentimiento es cierto y eficaz sólo cuando el individuo se llena de repulsión por el pecado.

(Traducido de: Ieromonahul Petru Sereghin, Cum să te mântuieşti în lumea contemporană, Editura Platytera, 2007, Bucureşti, p.266-267)