De las dudas en las cosas de la fe...
Dices que las dudas inundan bruscamente toda tu mente. No pasa nada. Lo mismo sucede con los deseos, cuando abarcan todo el corazón.
¿Quién de nosotros no ha tenido alguna duda en lo que respecta a la fe? “También yo las tuve”, reconoce en una carta un gran devoto, un santificado asceta. Pero, si empiezas a analizarlas, se desvanecerán en el acto. He aquí, según sus propias palabras, lo que debemos hacer cuando nuestra mente se llene de dudas:
«Cuando te aparezca alguna duda, no dejes que madure en tu mente, como si en realidad las cosas fueran del modo en que ella dice; detenla justo cuando aparezca en tu puerta, como si fuera un huésped indeseado, y sométela a análisis. Si es importante no dejar que los deseos empiecen a madurar en el corazón, también es importante impedir que las dudas maduren en la mente».
Dices que las dudas inundan bruscamente toda tu mente. No pasa nada. Lo mismo sucede con los deseos, cuando abarcan todo el corazón. Pero esto no significa que ya te vencieron, sino que es sólo una muestra de la insolencia de todo aquello que te ataca. Si un desconocido se abalanza sobre ti y te coge entre sus brazos, inmediatamente lo rechazas y te escabulles. Lo mismo ocurre en este caso. No dejes que la duda atrape toda tu mente: muévete con agilidad y recházala, para dejarla afuera. Entonces podrás trabajar en ella como si fuera otra persona, un extraño. Si haces esto, muchas dudas desaparecerán justo cuando las saques de tu mente y las sometas a juicio. Y si insisten, persevera en ahuyentarlas.
(Traducido de: Sfântul Teofan Zăvorâtul, Sfaturi înţelepte, Editura Egumeniţa, Galaţi, p. 119)