De las formas de ayudar a nuestro prójimo
También podemos ayudar “indirectamente” a nuestro prójimo, incluso cuando este no necesita lo que nosotros podríamos hacer por él, por medio de nuestro buen ejemplo y nuestro amor.
Esforzándonos en amar a Dios y a los demás con todo nuestro ser, nos adentramos en el camino correcto; esto nos llena de felicidad, porque sabemos cómo descender al nivel de quien así lo requiere, y también alzar a quien lo necesita. ¿Cómo lograrlo? Eso lo sabe solamente aquel que ama.
Todos tenemos que reconocer que nuestro amor al prójimo es, en general, insuficiente. No sé si hay alguien que pueda decir que ama a su prójimo como a sí mismo y que busca el bien de su semejante como si fuera el suyo. Incluso en el ámbito familiar, no siempre los padres o los hijos están dispuestos a renunciar a algo de su parte, con tal de hacer sentir bien a quienes les rodean.
Desde luego que nuestro prójimo puede ser también alguien que está lejos de nosotros físicamente, pero que llevamos en nuestro corazón, gracias al amor.
Tanto el monje como el laico pueden ayudar a su semejante con alguna buena acción. En vano te esmeras en ganarte a alguien con algo que no te ha pedido. Nuestro semejante necesita de nosotros en una determinada dirección, para una determinada cosa. Si no lo ayudamos como él lo espera, no lo ayudamos en nada. Sin embargo, también podemos ayudar “indirectamente” a nuestro prójimo, incluso cuando este no necesita lo que nosotros podríamos hacer por él, por medio de nuestro buen ejemplo y nuestro amor.
(Traducido de: Arhimandritul Teofil Părăian, Veniți de luați bucurie, Editura Teognost, Cluj-Napoca, 2001, pp. 9-10)