Palabras de espiritualidad

De las licencias y exenciones en el consumo de alimentos durante la Cuaresma y demás períodos de ayuno

  • Foto: Oana Nechifor

    Foto: Oana Nechifor

Los cánones referentes a la práctica del ayuno no son dogmas, sino normas eclesiásticas moral-disciplinarias, que toman en cuenta las necesidades de los tiempos y los cambios que tienen lugar en la vida de los fieles.

Por ejemplo, el canon LVI del Concilio Trullano (692) prohibía, so pena de suspensión de la función sacerdotal y la excomunión, el consumo de alimentos de origen animal (carne, huevos, queso) durante el Ayuno Mayor, condenando así la costumbre de los armenios y los occidentales de consumir leche, huevos y queso los sábados y domingos de este ayunot.

Sin embargo, no tenemos que perder de vista el hecho que, en lo que respecta a la duración, la severidad y la fuerza obligatoria de los períodos de ayuno, los antiguos cánones de la Iglesia fueron formulados para los fieles la época respectiva, cuyas condiciones de vida eran totalmente diferentes a las actuales. Los cánones referentes a la práctica del ayuno no son dogmas, sino normas eclesiásticas moral-disciplinarias, que toman en cuenta las necesidades de los tiempos y los cambios que tienen lugar en la vida de los fieles.

Por esta razón, el Santo Sínodo de la Iglesia Ortodoxa Rumana, en el ejercicio de dichos principios, en su sesión ordinaria del 27 de febrero de 1956, decidió hacer algunas derogaciones o licencias en lo que respecta a la práctica del ayuno en la actualidad. Así, en lo que concierne al ayuno de la Gran Cuaresma, encontramos lo siguiente: 

  • Los niños menores de siete años quedan exonerados de toda regla de ayuno, por lo cual pueden consumir cualquier clase de alimentos a lo largo de todo el año, incluso durante la Cuaresma.
  • Los niños de edades compredidas entre los siete y los doce años, así como los fieles de cualquier edad que padezcan de alguna enfermedad o debilidad física, que implique la observancia de un régimen alimenticio especial, así como las mujeres embarazadas o en período de lactancia, deben ayunar los miércoles y los viernes de todo el año, así como la primera y la última semana de la Gran Cuaresma. Para los demás días de la Cuaresma, se les permite consumir pescado, huevos, leche y queso.

Esta decisión del Santo Sínodo está totalmente justificada, tomando en cuenta que el ayuno no tiene como propósito el debilitamiento del cuerpo, como dicen algunos, sino que constituye una forma de cuidarlo, por medio de determinadas restricciones alimenticias, para purificarnos de las pasiones. Impedirle a un fiel que sufre de alguna enfermedad grave el consumo de lácteos durante el ayuno, especialmente si su régimen alimenticio ha sido establecido por recomendación médica, constituiría una muestra de la ignorancia más absurda.

Por eso, lo importante es que cada cristiano acuda a un padre espiritual, y que este tenga la comprensión necesaria para eximir de las normas del ayuno a quien se encuadre en los casos mencionados antes, cuando el buen juicio se impone, buscando el fortalecimiento espiritual de los fieles y, al mismo tiempo, la disminución del sufrimiento físico.