Palabras de espiritualidad

De las trampas que el maligno va sembrando en nuestro camino de cristianos

  • Foto: Constantin Comici

    Foto: Constantin Comici

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Cualquier enemigo que se esconda en alguna parte de nuestro corazón, puede terminar alejando a Cristo. Y Él no quiere estar con ese enemigo. Porque no hay relación entre bien y mal.

El Señor no dice que haya treinta niveles o peldaños, como nos enseña San Juan Climaco. Él dice: “¡Amaos!” (Juan 13,34). Habla en superlativo y termina. Pero nosotros, ahora, quienes nos encontramos con nuestras limitaciones y con la discordia, además de la falta de educación de nuestro adversario, de entre dos males, elegimos el mal menor. En vez de odiarlo, mejor me siento en el primer peldaño y no lo odio. Y me aferro con mis dos manos al peldaño siguiente.

Si te aferras con las manos al peldaño de arriba, es posible que pronto puedas llegar a él, porque lo tienes a tu alcance. Es un mandamiento. No tenemos permiso para comentar, sino que, sea como sea, tenemos que establecer una relación de al menos un “¡Buenos días!” y no odiar a nadie.

En vano nos agitamos, inútilmente cumplimos los otros mandamientos cristianos, si no tenemos relación con alguien más. Tenemos que saber que nuestro corazón necesita estar siempre libre para Cristo. Porque cualquier enemigo que se esconda en alguna parte de nuestro corazón, puede terminar alejando a Cristo. Y Él no quiere estar con ese enemigo. Porque no hay relación entre bien y mal.

El Señor te dice: “¡Dame toda tu vida, todo tu ser!”. El demonio dice: “¡Dame solamente un dedo!”. Y con esto te domina por completo. En cosa de un instante lo tienes a tu lado. Y ya no es Cristo quien está junto a ti, si tú le has concedido al demonio la uña de un dedo. No hace falta reconocerlo.

(Traducido de: Arhimandritul Arsenie Papacioc, Despre armonia căsniciei, Editura Elena, Constanța, 2013, pp. 15-16)

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