Palabras de espiritualidad

De las virtudes y deberes del monje

    • Foto: Oana Nechifor

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Estas deben ser las virtudes del monje, o, dicho en otras palabras, eso que dé testimonio de su total muerte para el mundo y su cercanía con Dios.

El monje es aquel que vive afuera del mundo, orando permanentemente para recibir las bondades eternas por parte de Dios. La riqueza del monje es el consuelo de las lágrimas y el regocijo que proviene de la fe que brilla en la recámara de su alma. Un verdadero asceta es aquel que en todos los días de su vida enfrenta el hambre y la sed esperando los bienes que no tienen precio, porque, a quien ayuna para Dios, Él lo llena de Su consuelo. Y, a quien se viste pobremente para Él, Dios lo reviste con el atuendo de la pureza y la gloria.

En todas sus cosas, así como en su aspecto y movimientos, el monje debe ser ejemplo para todos los que le ven. Ante todo, debe aprender a despreciar todo lo que se ve y practicar una perfecta generosidad, sin ponerle atención a las cosas del cuerpo. Debe, además, ayunar con virtud y de manera continua. También debe ser casto, vivir en paz, ser equilibrado y saber cuidar de sus propios sentidos. Asimismo, debe apartarse de toda discusión y renunciar a la ira; debe ser breve al hablar, desconocer el rencor, amar la simplicidad y la justa medida, despreciar la vida del mundo y anhelar únicamente las cosas eternas. Para esto, debe huir del mundo y de quienes le pertenecen; es más, debe apartarse de todos los de afuera (del monasterio) y rehusar ser conocido por la gente. Especialmente, debe evitar entablar amistad con nadie del mundo ni buscar su compañía, mucho menos interesarse por las cosas terrenales. Igualmente, debe rechazar los honores y los obsequios de los demás. Al contrario, debe consolarse con la serenidad de su celda y hacerse desconocido para todos, Sólo así podrá perseverar en la oración, concentrarse en su salvación y meditar en lo que es verdadero y auténticamente gozoso. Es recomendable que mantenga un gesto grave y circunspecto, siempre preparado para que el llanto brote al elevar sus plegarias, de día y de noche.

Estas deben ser las virtudes del monje, o, dicho en otras palabras, eso que dé testimonio de su total muerte para el mundo y su cercanía con Dios. (Abbá Isaac)

(Traducido de: Everghetinosul, vol. I-II, traducere de Ștefan Voronca, Editura Egumenița, Galați, 2009, p. 169)