De los pecados que no son perdonados
Está escrito que Dios perdonará todos nuestros pecados, a excepción de una sola cosa: la resistencia a arrepentirnos y la negación de nuestros pecados.
Se considera una blasfemia contra el Espíritu Santo: el descreimiento, la animadversión, renunciar a la Iglesia-madre y otras cosas semejantes, que no serán perdonadas ni en esta vida ni en la eternidad. Por ejemplo, sabemos que el hombre recibió de parte de Dios dones como el de la sanación por medio de íconos milagrosos o de las santas reliquias; sin embargo, viéndose sano, muchas veces el hombre empieza a blasfemar contra su Creador de manera consciente, y a actuar en contra Suya. Esto es oponerse voluntariamente a Dios y al Espíritu Santo, el Vivificador. Con su obcecación y su orgullo, el hombre que actúa así renuncia voluntariamente a la Iglesia. En tales casos, la Iglesia no ora por la persona, quien quedará para siempre sin perdón. No podrán ayudarle ni las oraciones de sus seres cercanos, del mismo modo en que ni el sol, ni el aire, ni el agua pueden hacer nada para revivir una semilla podrida.
Porque está escrito que Dios perdonará todos nuestros pecados, a excepción de una sola cosa: la resistencia a arrepentirnos y la negación de nuestros pecados. Por eso, lo más importante para alcanzar la salvación será siempre la contrición.
(Traducido de: Îndrumar creștin pentru vremurile de azi: convorbiri cu Părintele Ambrozie (Iurasov) ,vol. 2, Editura Sophia, 2009, p. 150)