Palabras de espiritualidad

De nuestro vinculo con los santos

  • Foto: Ioana Stoian

    Foto: Ioana Stoian

Debemos hacernos un lazo personal con los santos. Si no lo conseguimos con muchos, intentémoslo al menos con uno.

Cuando alguien nos rechaza o está enfadado con nosotros, buscamos la manera de acercárnosle, le preguntamos por qué está enfadado, no sea que algo le hayamos hecho... O le obsequiamos algo para alegrarle, nos interesamos por algo que le guste, para que nos ame más. ¡Y todo esto lo hacemos por un simple mortal como nosotros, quizás un gran pecador! Luego, con mayor razón debemos hacerlo por un santo. Debemos entrar en relación con él, para poder gozar del privilegio de pedirle lo que necesitamos. El santo tuvo una vida de lucha y vivió en determinado lugar, sacrificándose por Cristo; por esta razón, no permite que conozcamos sus misterios sin antes esforzarnos.

Él está seguro de que también nosotros, si nos esforzamos, podremos vencer, porque conoce, por experiencia propia, el amor y la disponibilidad de Dios para enriquecernos. Pero también nosotros queremos conocer su oblación, queremos repetir sus propias pruebas ascéticas. Este es un requisito de las leyes espirituales, de nuestra relación con los santos. En consecuencia, debemos hacernos ese lazo personal con ellos. Si no lo conseguimos con muchos, intentémoslo al menos con uno. Es mejor contar al menos con uno, que estar completamente solos.

Hagámonos un vínculo con el santo cuyo nombre llevamos, o con San Juan el Bautista, quien está siempre al alcance y es fácil de abordar. Hasta los mismos musulmanes le honran. O relacionémonos con San Nicolás, que acude también a los pecadores y ayuda incluso a los criminales. Relacionémosns con la Madre del Señor. ¿Quién ha tratado de hablar con la Madre del Señor, sin conseguirlo? ¿Quién no ha recibido consuelo por parte suya? Si la Madre del Señor es invocada incluso desde el mismo infierno, ¿cómo no habríamos de hacerlo nosotros, que estamos afuera de ese lugar? Tengamos, pues, en la medida de nuestras posibilidades, nuestros propios mediadores. Y, sin duda, ¿quién no sabe que los santos son personas vivas, que se hallan “en la mano de Dios” y pueden, en consecuencia, actuar por sí mismos?

(Traducido de: Arhimandrit Emilianos Simonopetritul, Cuvânt despre ascultare și priveghere, Editura „Sfântul Nectarie”, p. 68)