De por qué la felicidad no puede ser algo permanente
Todo esto es necesario para que el hombre adquiera sabiduría, paciencia y humildad. Porque, en tanto vive rodeado de bienestar, suele terminar cayendo en la indiferencia, mientras que las dificultades lo ayudan a volver la mirada al trabajo de su propia salvación.
Si el sol brillara todo el tiempo, todo en el campo se marchitaría; por eso es necesaria la lluvia. Pero si lloviera sin cesar, no habría nada sobre tierra firme; por eso se necesita el viento. Y si el viento no fuera suficiente, también se necesita que venga la tormenta, para alejar todas las nubes. Todo esto, en su debido momento, es útil para el ser humano, porque este tiende a cambiar.
Una vida permanentemente feliz podría tener consecuencias aciagas. También en la naturaleza vemos que la hermosa primavera y el verano cálido y lleno de frutos no duran para siempre, sino que también existen el otoño con sus lluvias, el frío invierno con su nieve, las inundaciones, los temporales y las tormentas. Y, más allá de todo lo mencionado, también hay sequías, hambrunas, tumultos, enfermedades y muchas otras desgracias.
Todo esto es necesario para que el hombre adquiera sabiduría, paciencia y humildad. Porque, en tanto vive rodeado de bienestar, suele terminar cayendo en la indiferencia, mientras que las dificultades lo ayudan a volver la mirada al trabajo de su propia salvación.
(Traducido de: Ne vorbesc Stareții de la Optina, traducere de Cristea Florentina, Editura Egumenița, 2007, pp. 200-201)