De por qué siempre tenemos que elegir el equilibrio antes que la desmesura
El Espíritu de Dios se aparta del hombre debido a que este emana una fetidez que proviene de la saciedad y del apetito de su cuerpo.
Es imperativo que te esfuerces en dominar tu cuerpo. Las comidas abundantes hacen del cuerpo una embarcación sobrecargada, a la cual la más mínima agitación de las olas arrastra al fondo del mar.
El que es equilibrado sabe atenuar sus pasiones, en tanto que el que no lo es multiplica sus apetitos. Mientras más leña ponemos, más se aviva el fuego; mientras más comida le damos a nuestro cuerpo, más se recrudece el apetito. El Espíritu de Dios se aparta del hombre debido a que este emana una fetidez que proviene de la saciedad y del apetito de su cuerpo. Es entonces cuando en él entra el espíritu más pestilente y vuelca todo lo que había en su interior.
Del mismo modo en que el humo ahuyenta a las abejas, así también la gula y la embriaguez ahuyentan la Gracia de Dios. Es mejor no comer nada, antes que entristecer al Espíritu de la Gracia.
No es malo utilizar un poco de vino para atenuar la debilidad del cuerpo. Si es poco el vino que le damos, no se perturba el movimiento natural del cuerpo y la mente permanece pura. Pero la desmesura en este aspecto cubre el cielo con una gruesa nube de pensamientos impuros.
(Traducido de: Patericul Lavrei Sfântului Sava, Editura Egumenița, 2010, pp. 156-157)