De qué forma se engañan los que creen estar cerca de la perfección
Sé humilde, ten miedo de tí y de tu impotencia. Espera sólo en Dios, corre a Él con tu oración constante, para que te fortalezca y te proteja de todo mal.
Cuando el enemigo no consigue vencer a los que han sido esclavos del pecado, ni a los que luchan para librarse de él, como dije, busca a los que han avanzado espiritualmente y lucha contra ellos con mucha maestría, haciéndoles olvidar quién es su enemigo —que está precisamente junto a ellos— para luego atacarlos violentamente y herirlos. Ellos se imaginan cosas más allá de sus fuerzas, mucho antes de alcanzar la perfección.
Y aquí aparece la negligencia respecto a las heridas recibidas. Considerando estos deseos y decisiones de la perfección, como algo ya realizado, se envanecen de muchísimas formas.. Por eso, no desean sufrir el menor obstáculo o palabra, sino que pasan el tiempo reflexionando largamente, creyendo su propio pensamiento como algo seguro. Y entonces sufren grandes perturbaciones, por amor a Dios. Y ya que no sienten ninguna molestia física cuando hacen estas imaginaciones, creen estar ya en el nivel de los avanzados, quienes sufren grandes amarguras.
No se dan cuenta que una cosa son las palabras y las decisiones, y otra los hechos y las cosas.
Entonces, hermano, si quieres escapar de esta trampa, decídete a luchar con el enemigo que te ataca de forma visible y concreta. Sólo así sabrás si tus elecciones son ciertas o falsas, fuertes o débiles, de manera que podrás avanzar hacia la virtud y la perfección, por un camino claro, sano y real. Y contra los enemigos que no te atacan en este momento, te aconsejo no luchar sino sólo cuando estés seguro que vayan a hacerlo. Con esta previsión podrás ponerte en guardia, podrás tomar decisiones correctas sobre cómo oponérteles, de manera que no consigan nada cuando se decidan ya a atacarte, porque te encontrarán preparado para resistirles.
Por eso, no consideres tus elecciones como actos y realizaciones, aunque ya hayas alcanzado la virtud, utilizando métodos adecuados.
Sé humilde, ten miedo de tí y de tu impotencia. Espera sólo en Dios, corre a Él con tu oración constante, para que te fortalezca y te proteja de todo mal, pero, sobre todo, evita toda presunción y esperanza en tí mismo.
Así, si eres humilde, aunque no te libres de algunas aflicciones (a través de las cuales Dios, a veces, quiere mostrarte tu impotencia, para preservar lo bueno que haya en tí), con todo, tienes permiso para desear y proponerte esos propósitos decisivos que han de llevarte a un grado más alto en la perfección.
(Traducido de: Nicodim Aghioritul, Războiul nevăzut, Editura Egumenița, Galați, pp. 109-111)