¿De qué le sirve al hombre ganar el mundo entero, si al final pierde su alma?
No importa cuánto se afane el hombre en este mundo, ni cuánto se esfuerce por el bien de los demás, si no limpia su alma de pecados.
No importa cuánto se afane el hombre en este mundo, ni cuánto se esfuerce por el bien de los demás, si no limpia su alma de pecados. Puede que, al morir, su alma atraviese varios de los peajes que hay en ese camino, pero al llegar al peaje de la compasión, debido a su amor por lo mundano, se venga abajo, por haber ignorado que esa obcecación de corazón le ha atado a las fuerzas del demonio. Puede que, en vida, haya hecho incontables cosas buenas —por ejemplo, ayudando a la edificación de iglesias—, pero que también haya descuidado la pureza de su alma, aferrándose a las cosas de este mundo (y esto msmo le haya impedido dedicarse a buscar su salvación, cosa que sólo un alma pura puede entender). Un alma que es incapaz de percibir esto, cae en manos de los espíritus malignos. Y estos la esclavizan, tanto mientras la persona vive, como cuando esta muere. El alma, así, es forzada a hacer lo que los demonios quieren.
(Traducido de: Starețul Tadei de la Vitovnița, Cum îți sunt gândurile așa îți este și viața, Editura Predania, București, 2010, p. 138)