Palabras de espiritualidad

¿De quién podemos aprender a ser humildes?

  • Foto: Oana Nechifor

    Foto: Oana Nechifor

Cuando Cristo dice, “Aprendan de Mí, que soy manso y humilde de corazón” (Mateo 11, 29). nos está ordenando aprender de Él a ser humildes, a imitarlo en la humildad.

¿Acaso no desean que Dios se les acerque? Si es así, recuerden siempre lo que es la humildad, que es la santa virtud que más le agrada a Dios, tanto, que es la razón por la cual Él está con nosotros y nos busca sin cesar. La humildad es lo opuesto al orgullo. Los humildes son los pobres de espíritu, esos que recuerdan sus limitaciones, manteniendo la vista siempre dirigida a su corazón, para supervisar todos sus movimientos y así eliminar todas las impurezas que pudieran hallar en él.

Los santos, quienes cumplían siempre los mandamientos de Cristo, al amarlo profundamente, se acordaban incesantemente de la humildad y rezaban permanentemente por alcanzarla.

Cuando Cristo dice, “Aprendan de Mí, que soy manso y humilde de corazón” (Mateo 11, 29). nos está ordenando aprender de Él a ser humildes, a imitarlo en la humildad. La humildad fue, ciertamente, la característica de la vida terrenal del Señor. Incluso desde Su mismo nacimiento, porque este ocurrió de la forma más simple, más humilde, más insignificante: en un pesebre, rodeado de animales.

Y, al crecer, ¿no nos siguió dando incontables muestras de humildad? Cuando Herodes se enojó, quiso asesinar al recién nacido Redentor y ordenó a sus soldados matar a todos los bebés de Belén... ¿No hubiera sido posible, entonces, que el Señor enviara una legión de ángeles a derrotar a Herodes? Desde luego que hubiera podido hacerlo, sin embargo prefirió dar un ejemplo de humildad, huyendo de la ira de Herodes hacia Egipto.

Y, así, siguió dando muestras de humildad, como cuando caminó 200 kilómetros hasta Jerusalén para atender el llamado de quienes le necesitaban, ¡y, con todo, no encontró en dónde reposar Su cabeza!

¿Acaso no dio un extraordinario y perfecto ejemplo de humildad, lavando los pies de Sus discípulos? ¡Esta es una muestra de la más profunda humildad!.

¿Y qué podemos decir de la humildad que demostró antes de ser juzgado y durante el juicio que enfrentó, al ser conducido al Gólgota y crucificado...? Los labios humanos son indignos de hablar de tan grande humildad.

(Traducido de: Cum să biruim mândria, traducere din limba rusă de Adrian Tănăsescu-Vlas, Editura Sophia, București, 2010, pp. 146-147)

 

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