Palabras de espiritualidad

De un ícono que silenciosamente regresaba a su lugar entre los fieles

    • Foto: Bogdan Zamfirescu

      Foto: Bogdan Zamfirescu

En los años del régimen comunista, la skete de Bisericani se hallaba bajo una permanente vigilancia, porque cada viernes venían cientos de personas a venerar el ícono de la Madre del Señor “del roble”. Todos ellos habían recibido el auxilio de la Virgen en sus enfermedades y aflicciones. Los agentes del régimen vinieron varias veces a llevarse el ícono, para guardarlo bajo llave; Sin embargo, el ícono volvía a aparecer en su lugar original, en lo alto de aquel roble.

El padre Serafín Mihali, stárets del Monasterio Bisericani, nos escribió lo siguiente:

Cuenta un anciano, de nombre Gheorghe Litocaru, que vive cerca de la capilla del Monasterio Bisericani: «Entre los años 1967 y 1968 trabajé como obrero, asfaltando el camino que une la ciudad de Piatra Neamț con Bisericani. Recuerdo que una mañana vino un señor en un lujoso auto de color verde. Todos sabían que se trataba del secretario del partido (comunista) en Piatra Neamț, uno de los hombres más importantes en la región. A nosotros nos alertó el ingeniero, para que ese día trabajáramos con mayor dedicación. Al bajar del vehículo, el secretario le ordenó a uno que venía con él: “Súbete a aquel roble y tráeme el ícono que hay ahí”.

Así lo hizo el otro. Pusieron el ícono en el auto y partieron al instante. Al día siguiente, cuando los primeros obreros empezaron a llegar, vieron que el ícono estaba en su lugar, en lo alto de aquel árbol. Unas tres horas más tarde, antes del almuerzo, el mismo auto verde apareció a un extremo del camino. Era el señor Sechereș —así se llamaba el secretario del partido—, quien, al descender del vehículo, se quedó como petrificado. No podía pronunciar una sola palabra. Tenía la mirada fija en el árbol. Después de unos instantes, lleno de pavor, corrió a subirse al auto y partió como una exhalación.

Luego supimos que Sechereș había guardado el ícono en una caja fuerte y que, al abrirla al día siguiente, no encontró nada. Asustado, empezó a preguntarse quién podría haber sacado el ícono, si él era el único que tenía acceso a la caja fuerte. Lo más interesante es que esto le ocurró siete veces, hasta que finalmente desistió de la idea de llevarse el ícono y, decidido a cambiar su forma de vida, se hizo bautizar y después partió hacia Tierra Santa».