Palabras de espiritualidad

De un milagro obrado por San Nicolás con una mujer incrédula

  • Foto: Oana Nechifor

    Foto: Oana Nechifor

Acercándose a la doliente mujer, empezó a consolarla y a convencerla: “¡Querida hija, tienes que comer! Si no, morirás...”

«Nuestra amiga, de nombre Alla, nos contó que su bisabuela fue una cristiana ortodoxa muy devota. Tenía una vasta biblioteca con libros religiosos muy antiguos y hermosos íconos en toda la casa. No obstante, su hija —la abuela de Alla— creció completamente ajena a las cosas de la fe.

Cuando tenía casi sesenta años, la abuela de Alla desarrolló una úlcera que le terminó perforando el estómago. Su estado era crítico, se hallaba a un paso de la muerte. Fue operada, y al salir del hospital los médicos le advirtieron que si no comía, moriría inexorablemente. Con todo, la pobre mujer no podía ni quería comer nada. Así, poco a poco, se fue debilitando aún más.

En su habitación, justo sobre su lecho, tenía unos íconos muy bellos y antiguos, herencia de su piadosa madre. Uno de ellos era el de San Nicolás. Un día, vio cómo el santo descendía del ícono, como bajando los peldaños de una escalera, aunque manteniendo el mismo tamaño que en la imagen. Acercándose a la doliente mujer, empezó a consolarla y a convencerla: “¡Querida hija, tienes que comer! Si no, morirás...”. Después regresó lentamente a su lugar en el ícono.

Ese mismo día, aquella incrédula mujer pidió que le dieran de comer, y al poco tiempo ya se sentía bien. Vivió hasta los 87 años y partió de este mundo como una verdadera cristiana».