De un monje que, además de iluminar a otros, cultivaba distintas artes en su monasterio
“Ora sin cesar con la Oración de Jesús, aun cuando el demonio te induzca a pecar. Incluso cuando te dispongas a pecar, ora, clama a Cristo, hazte la Señal de la Santa Cruz, y el Señor te librará admirablemente del pecado”.
Protosingelos Gervasio Hulubariu, del Monasterio Agapia Veche (1888-1973)
El protosingelos Gervasio nació en 1888, en la localidad de Războieni (Neamţ). A los 16 años entró al Monasterio Neamţ, en donde fue tonsurado y ordenado diácono por parte del stárets Narciso. En 1911 pasó a formar parte de la comunidad del Monasterio Secu y desde 1928 sirvió como sacerdote oficiante en el Monasterio Agapia.
Al celebrar los oficios litúrgicos, cantaba bellamente, con gran devoción y temor de Dios. De igual forma, era un avezado iconógrafo, como habría de demostrar pintando varias iglesias con la técnica del fresco y la tempera. Al mismo tiempo, ejercía de guía espiritual para muchos monjes, porque conocía muy bien la Santa Escritura y las enseñanzas de los Santos Padres.
Habiendo alcanzado la edad profetizada por el salmista David, entregó en paz su alma al Señor en el verano de 1973, cuando tenía 85 años.
—¿Qué consejos le daba el padre Benjamín (del Monasterio Agapia), cuando usted era joven? —le preguntó alguien.
—El padre nos aconsejaba así: “Ora sin cesar con la Oración de Jesús, aun cuando el demonio te induzca a pecar. Incluso cuando te dispongas a pecar, ora, clama a Cristo, hazte la Señal de la Santa Cruz, y el Señor te librará admirablemente del pecado”.
—¿Cómo luchar contra el espíritu del orgullo?
—No te envanezcas en tu mente, pensando: “¡Soy virgen, tal como mi madre me trajo al mundo! ¡No soy como los demás!” ¡Porque al Señor le agrada más un adúltero que se humilla, que uno que se jacta como tú! Y si la vanidad te somete, solamente Dios puede librarte de caer en un pecado peor que el de aquel a quien juzgaste.
—Díganos algo sobre la Divina Liturgia.
—Si eres sacerdote o hieromonje, no te apartes jamás de la Divina Liturgia, porque de ella recibirás un gran auxilio. Por eso es que también yo, en la medida de mis posibilidades, jamás me he apartado del Santo Altar. Tampoco he permanecido ocioso. Digno o indigno de ello, he oficiado, y Dios siempre ha venido en mi auxilio...
(Traducido de: Arhimandritul Ioanichie Bălan, Patericul românesc, Editura Mănăstirea Sihăstria, p. 640)