Palabras de espiritualidad

De un monje que era amigo de las aves

    • Foto: Oana Nechifor

      Foto: Oana Nechifor

El padre Proterio abría la ventana de su celda y una gran cantidad de aves entraban con alegría y sin temor alguno, sabiendo que ahí dentro encontrarían su alimento.

Venerable esquema-monje Proterio, de la skete Trestieni de Buzău, Rumanía (+ 1750)

Este piadoso y experimentado asceta era originario de Ucrania, específicamente de la región de Poltava, nacido en la ciudad de Reshetilovsky, dedicándose desde joven a la orfebrería. Decidido a hacerse monje, dejó todo y vino a Moldova en 1720, para establecerse en la skete Trestieni (municipio Râmnicu-Sărat, Buzău), sigiendo el consejo del venerable Basilio de Poiana Mărului, quien era su padre espiritual. Habiendo alcanzado un alto nivel de virtud, vivía, según la voluntad de Dios, entre los padres de la skete Trestieni, en Valaquia, dedicado a tallar hermosas cucharillas de madera, mismas que obsequiaba afectuosamente a los monjes que venían de otras partes, a quienes también hospedaba con esmero. Y, gracias al inmenso amor que tenía hacia todo lo creado por Dios, también procuraba alimentar a todas las aves que podía, de esas que veía volando a los alrededores. Así, con el paso del tiempo, cada día venían más y más aves a esperar a que les diera de comer. Cuando, temprano en la mañana, el padre Proterio abría la ventana de su celda, una gran cantidad de esos pájaros entraban con alegría y sin temor alguno, sabiendo que ahí dentro encontrarían su alimento. A muchas de ellas las tomaba entre sus manos, las acariciaba, las acicalaba y les limpiaba el plumaje. Cuando terminaban de comer, alzaban el vuelo y salían nuevamente afuera, como agradeciéndole con su canto y sus gorjeos a aquel monje que cuidaba de ellas.

Y cuando el padre Proterio salía de su celda para ir a la iglesia, venían muchas aves a posarse sobre sus brazos y hombros, mientras otras le rodeaban aleteando en círculo. Una vez llegados a la iglesia, el padre entraba y los pajarillos volaban a esperarle en algún sitio del techo. Cuando terminaban los oficios litúrgicos y el monje salía otra vez, aquel cortejo de aves venía nuevamente a acompañarlo de camino a su celda.

Habiendo alcanzado el venerable Proterio la cima de la virtud en Cristo, entregó su alma en paz aproximadamente en el año 1750, y desde entonces pasó a contarse entre los justos de Dios.

(Traducido de: Arhimandrit Ioanichie BălanPatericul românesc, Editura Mănăstirea Sihăstria, pp. 263-264)