De un monje que era escritor y pintor
En poco tiempo, el humilde monje Paladio llego a ser un gran escritor y pintor. Pero, ante todo, era muy juicioso, devoto y amante de Dios.
Venerable Paladio “el Taquígrafo”, del Monasterio Putna (siglos XV-XVI)
Este virtuoso monje fue un gran calígrafo, formado en la escuela del Monasterio Putna. Después de haber aprendido correctamente todo lo que implica el trabajo espiritual, el archimandrita Josafat, higúmeno de Putna, le pidió que aprendiera el arte de la caligrafía y de ataviar bellamente los libros de los más grandes mentores del monaquismo, mismos que habían sido llevados a Putna desde el Monasterio Neamţ, como los del hieromonje Nicodemo, o los de los monjes Casiano y Ciríaco, entre otros. Así, en poco tiempo, el humilde monje Paladio llego a ser un gran escritor y pintor. Pero, ante todo, era muy juicioso, devoto y amante de Dios. Conocía bien las enseñanzas de los Santos Padres y solía transmitírselas a los demás miembros de la comunidad, quienes lo apreciaban mucho. Y, ya que escribía rápido y hermoso, le decían “el taquígrafo”, es decir, “el que escribe rápido”.
Conociéndolo bien, Esteban el Grande, fundador de dicho monasterio, y habiendo escuchado de sus virtudes, en 1488 le ordenó al padre Paladio que escribiera un Tetraevangelio para el Monasterio Putna. Obedeciendo, el padre Paladio se dedicó a escribirlo y ataviarlo con finas miniaturas e íconos, para gloria de Cristo y felicidad del monarca. En la parte final del libro, el monje Paladio dejó esta nota: “Don Esteban Voivoda, Señor de toda la nación de Moldova, hizo, escribió y embelleció este Tetraevangelio del Monasterio Putna, en el año XXXII de su reinado, siendo archimandrita Paisos el Breve, por medio de la mano del muy pecador taquígrafo Paladio, en el año de 1488. El trabajo fue empezado el 3 de septiembre y fue finalizado el 23 de marzo”.
Dedicado con esmero a escribir otros libros de los Santos Padres, como las enseñanzas de la Filocalia, el padre Paladio llevó una vida serena y encomendada a Dios. Así, a comienzos del siglo XVI, el venerable Paladio entregó su alma en manos del Señor.
(Traducido de: Arhimandrit Ioanichie Bălan, Patericul românesc, Editura Mănăstirea Sihăstria, p. 134)