De un mundo que ha elegido vivir sin Dios, a sabiendas de que la vida es Él
El mundo huye de Cristo, porque huye de Dios, queriendo ser por sí mismo un dios.
El hombre huye de Cristo porque no se atreve a renunciar a los pequeños placeres de unos instantes, que parecieran como pausas del tiempo y el dolor, y cree que Dios es incapaz de entrar en nuestros gestos y pensamientos más insignificantes.
A medida que el hombre descubre que no puede salir de la prisión de su dependencia de cosas terrenales y perjudiciales, en la cual yace, se prepara cada vez más para obedecer a Dios. Al Dios Vivo, Quien da Su Vida al hombre y viene en verdad a morar en él, viviendo con él todo lo que le es propio, desde la respiración hasta la inspiración.
¡Con Él, las lecciones que tienes que hacer devienen en Liturgia! ¡Con Él, la relación con tus padres se convierte en amor, aunque muchas veces se trate de un amor crucificado! ¡Con Él, el pecado se vuelve muerte y el odio al pecado deviene en forma para renacer desde lo alto!
El mundo huye de Cristo porque ha elegido inventar, creyendo que es creador, sustitutos para el alimento del cuerpo (productos “idénticamente naturales”), o del alma (el arte y las relaciones desagradables y vulgares), o del alimento espiritual (consume lo que le ofrecen los espíritus de la oscuridad)... El mundo huye de Cristo, porque huye de Dios, queriendo ser por sí mismo un dios.
(Traducido de: Monahia Siluana Vlad, Gânduri din încredințare, Editura Doxologia, Iași, 2012, pp. 62-63)
