Palabras de espiritualidad

De un sencillo hermano que era amigo de los ascetas

  • Foto: Oana Nechifor

    Foto: Oana Nechifor

Ora todo el tiempo, hermano, obedece con amor y cultiva la humildad. Si sabes guardar estas tres virtudes, seguramente te salvarás.

Otra encomiable labor del hermano Basilio Ilie, un alma pura amante de Dios, era el cuidado que brindaba a los ascetas que vivían en la soledad del bosque. En ese entonces, en los alrededores del Monasterio Sihăstria y de la skete Sihla vivían más de 30 ascetas, monjes y monjas. El hermano Basilio era amigo de todos y todas. Cuando se encontraba con alguno de ellos en las montañas o en el bosque, aunque no lo conociera, hacía una humilde postración y le decía: 

—¡Bendígame, padre, y ore por mí, que soy un pecador! ¿Necesita que le traiga algo de comida del establo? 

Si el eremita aceptaba, al día siguiente el hermano Basilio le llevaba queso, patatas, legumbres, sal y harina. Eran muchos los ascetas a los que conocía y a quienes visitaba con frecuencia en sus celdas.

Un día, le preguntó a uno de ellos: 

—¿Qué tengo que hacer, padre, para salvar mi alma?

—Ora todo el tiempo, hermano, obedece con amor y cultiva la humildad. Si sabes guardar estas tres virtudes, seguramente te salvarás.

En el otoño de 1930, el hermano Basilio cuidaba un rebaño de ovejas con su hermano Constantino, en la cima de las montañas de Sihla. En un momento dado, vieron pasar a un asceta santo y milagroso, el obispo Juan, con su diácono. Después de bendecir a los dos hermanos, el obispo, poseedor de muchas virtudes, incluso la de la capacidad de “leer” interiormente a las personas, le dijo al más joven: 

—Hermano Constantino, dile a Basilio que se prepare para seguir adelante… ¡le espera un camino muy largo! 

Los dos hermanos no entendieron las palabras del santo asceta, pero, seis meses más tarde, el hermano Basilio partió al Señor, emprendiendo ese largo camino que no tiene retorno.

(Traducido de: Arhimandrit Ioanichie BălanPatericul românesc, Editura Mănăstirea Sihăstria, pp. 522-523)