Palabras de espiritualidad

De un stárets que vivió en la gruta del Bautista

  • Foto: Ioana Stoian

    Foto: Ioana Stoian

Soy Juan el Bautista, y por eso te digo que no te vayas de aquí, porque esta pequeña gruta es más grande que todo el monte Sinaí. Aquí entró muchas veces nuestro Señor Jesucristo, cuando venía a visitarme. Prométeme que no te irás, y yo te sanaré”.

«Hace ya mucho tiempo, un stárets, de nombre Juan, vivía en el monasterio del abbá Eustorgio. San Elías, patriarca de Jerusalén, muchas veces había querido designarlo como higúmeno del mencionado monasterio. Sin embargo, el padre Juan se opuso una y otra vez, diciendo: “Quiero retirarme al monte Sinaí a orar”. Por su parte, el patricarca insistió pidiéndole que se quedara, sin consegurilo. Finalmente le dio su bendición para partir, prometiéndole hacerlo higúmeno a su regreso.

Entonces, besando la mano del jerarca, el stárets Juan se marchó al desierto, llevándose consigo a su discípulo. Cuando llegaron a orillas del Jordán, el stárets se alejó un par de kilómetros, para caminar solo. En eso, unos terribles escalofríos empezaron a estremecerle, de una forma tal que casi no podía caminar. Viendo que cerca había una gruta, se dirigió allí para descansar un poco. No obstante, los escalofríos siguieron azotándole durante tres días, tiempo en el cual el stárets permaneció sin poder moverse. Una de esas noches, mientras yacía con fiebre, vio que había alguien enfrente suyo, quien le dijo: “¿A dónde quieres ir, anciano?”. Y el stárets le respondió: “Al monte Sinaí”. Y el otro le respondió: “No te vayas de aquí”. Y, sin decir nada más, desapareció. Y el anciano se quedó. La siguiente noche, el mismo individuo volvió a aparecer, y le dijo: “¿Qué te atormenta, anciano? Escucha: no te vayas, quédate aquí”. Respondió el anciano: “¿Quién eres tú?”. El otro le respondió: “Soy Juan el Bautista, y por eso te digo que no te vayas de aquí, porque esta pequeña gruta es más grande que todo el monte Sinaí. Aquí entró muchas veces nuestro Señor Jesucristo, cuando venía a visitarme. Prométeme que no te irás, y yo te sanaré”.

Escuchando esto, el stárets, lleno de felicidad, le prometió que así lo haría, y fue sanado en el acto. Así fue como se quedó a vivir en aquella caverna, que convirtió en una pequeña iglesia, reuniendo a más monjes. Y la gruta tomó el nombre de Sapsas».

(Traducido de: Proloagele, volumul 1, Editura Bunavestire, p. 100)