Dedícale un poco de tiempo al Señor
Apaga el teléfono, termina tus tareas pendientes y ora esa media hora —no más—, y verás que ese arbolito que has plantado comenzará a darte frutos en uno o dos días.
De esas veinticuatro horas que tiene el día, dedícale al menos media hora a la oración. Y esto puedes hacerlo en cualquier momento, preferiblemente entre las diez y las once de la noche. Repite, clamando, implorando: “¡Señor Jesucristo, ten piedad de mí!”.
Si cultivas este hábito, verás qué frutos tan buenos obtendrás. De esa media hora pasarás a orar una hora entera. Eso sí, procúrate una atmósfera de serenidad: apaga el teléfono, evita pensar “aún tengo que hacer esto y aquello”, impide que el sueño te aniegue o que algún pensamiento pernicioso pase por tu mente.
Apaga el teléfono, termina tus tareas pendientes y ora esa media hora —no más—, y verás que ese arbolito que has plantado comenzará a darte frutos en uno o dos días. Así comenzaron también San Juan Crisóstomo y San Basilio el Grande, con un pequeño árbol. Y luego llegaron a ser dos faros para el mundo.
(Traducido de: Ierom. Iosif Agioritul, Stareţul Efrem Katunakiotul, traducere de Ieroschim. Ştefan Nuţescu, Schitul Lacu-Sfântul Munte Athos, Editura Evanghelismos, Bucureşti, 2004, p. 221)