¡Dejemos de quejarnos tanto!
Por falta de arrestos, usualmente nos rebelamos sin motivo y nos molestamos profundamente por aquello que ha sido preparado para nuestro propio provecho espiritual.
Evitemos las lamentaciones y las quejas, sin importar a quién busquemos dirigirlas. No hay nada más dañino que esa actitud. Es más útil y más confortador culparnos a nosotros mismos en todas las circunstancias y por todo, no a los demás. Sobre todo, debemos evitar quejarnos ante la Providencia de Dios, Quien, por medio de la Santísima Virgen, dispone todo lo que es bueno y beneficioso para el alma. Sólo que nosotros, los hombres, por falta de arrestos, usualmente nos rebelamos sin motivo y nos molestamos profundamente por aquello que ha sido preparado para nuestro propio provecho espiritual.
Quejarse ante Dios es algo típico de los orgullosos y los necios.
Dios viene solamente a los que son mansos y callan...
¡Hágase Tu voluntad, Señor, en mí, que soy pecador! El descanso es algo que se nos prometió para la vida futura, en tanto que aquí, en el mundo, lo que nos espera es el trabajo y las tentaciones. ¡Bienaventurado aquel que sepa ser paciente!
(Traducido de: Ne vorbesc Stareții de la Optina, traducere de Cristea Florentina, Editura Egumenița, 2007, pp. 177-178)