“Dejen que los niños vengan a Mí”
El cumplimiento de esta santa misión se realiza, en nuestros días, llevando los niños a la iglesia, en donde entran en contacto con la doctrina de la fe ortodoxa y los Sagrados Sacramentos, además de aprender a amar a Cristo y seguir Sus enseñanzas.
Sucedió una tarde, después de un extenuante día transcurrido predicando ante el pueblo y discutiendo con los fariseos y con Sus discípulos, que nuestro Señor Jesucristo decidió quedarse otro poco hablando con la gente que lo buscaba. Entonces, algunas mamás intentaron acercársele con sus hijos, para que Él los bendijera. Sin embargo, los discípulos, viendo el tumulto provocado, se interpusieron y les pidieron que se apartaran. Entonces el Señor dijo estas bellas palabras: “Dejen que los niños vengan a Mí” (Lucas 18,16). Esta es, precisamente, la principal responsabilidad de los padres cristianos: llevar a sus hijos a nuestro Señor.
Seguramente habrá alguno que dirá que se trata de algo imposible, ya que nuestro Señor, habiéndose elevado a los Cielos, ha dejado de predicar entre nosotros. Sin embargo, el cumplimiento de esta santa misión se realiza, en nuestros días, llevando los niños a la iglesia, en donde entran en contacto con la doctrina de la fe ortodoxa y los Sagrados Sacramentos, además de aprender a amar a Cristo y seguir Sus enseñanzas. Y es que el camino que lleva al Señor se fundamenta en la educación religiosa cristiana ortodoxa.
Sobre el niño Jesús sabemos que, a los doce años, visitaba el templo de Jerusalém con sus padres y que “crecía en sabiduría, en edad y en gracia, ante Dios y ante los hombres.” (Lucas 2,52). Este es el modelo que cada niño debe seguir e imitar.
(Traducido de: Irineu - Episcop de Ecaterinburg şi Irbitk, Mamă, ai grijă! Călăuziri pentru creşterea şi educarea ortodoxă a copiilor, Editura Bunavestire, Bacău, 2001, p. 44)