Del agradecimiento y los reproches de la esposa
La mujer no debe llenarse de expectativas fuera de la realidad con respecto a su esposo, imposibles de realizar. La persona viva nunca podrá corresponder con un ideal inventado.
Como he dicho en otras ocasiones, al hombre le resulta muy difícil cambiar y acostumbrarse a una situación completamente nueva. Sin embargo, sí que se puede esperar de él que aprenda, en cierta medida, a dar muestras de determinación y valentía: esto le gustará y continuará avanzando en este sentido, porque ser fuerte es el verdadero cometido del hombre, una cosa intrínseca a su naturaleza.
En fin, la mujer no debe llenarse de expectativas fuera de la realidad con respecto a su esposo, imposibles de realizar. La persona viva nunca podrá corresponder con un ideal inventado.
A propósito, este recurso —el apoyo y el estímulo al esposo para llenarlo de confianza en sí mismo y acostumbrarlo a hacer cosas masculinas— es recomendable no sólo para las mujeres que sufren del complejo de “comandante supremo”, sino que también resulta muy eficaz en otras situaciones.
Digamos que son contadas las veces en las que el marido le regala flores a su esposa, quizás sólo en su cumpleaños o en su onomástica. Ella quiere más gestos semejantes y se lo dice de frente, manifestándole su descontento. ¿A qué lleva esto? En primer lugar, a que el marido deje de comprarle flores las pocas veces que lo hace. Y, si ella insiste en presionarlo, a que jamás vuelva a darle algún obsequio. Dicho de otra manera, tal actitud puede tener como resultado exactamente lo contrario de lo que la mujer espera.
El hombre no soporta ser presionado. Él permite que se le ordene algo solamente cuando lo cree correcto, es decir, cuando ve que no vale la pena discutir por cualquier fruslería. Si la esposa quiere obtener verdaderamente un resultado positivo, no debe reprocharle a su marido. “¡Cuánto tiempo ha pasado desde la última vez que me trajiste flores! ¡Qué descuidado eres!”. Lo que tiene que hacer es demostrarle cuánto agrado le produce que él le dé algún obsequio. Por ejemplo: “¡Qué feliz me sentí aquella vez cuando volviste a casa con ese ramo de flores para mí! ¡Siempre me acuerdo de ello, no te imaginas cuánto te lo agradezco!”.
Pero, atención, que estas palabras deben estar cargadas de sinceridad y amor. Si es así, es muy probable que el marido vuelva a tener ese tipo de gestos para con su esposa.
(Traducido de: Pr. Pavel Gumerov, El şi ea: în căutarea armoniei conjugale, traducere din limba rusă de Adrian Tănăsescu-Vlas, Editura Sophia, București, 2014, p. 125-126)