Palabras de espiritualidad

Del verdadero valor de las cosas, la honradez y la importancia de amar a Dios

    • Foto: Florentina Mardari

      Foto: Florentina Mardari

Según el modelo de Cristo, lo que le otorga un valor perenne al hombre no es cuánto y qué tiene, ni cuánto y qué le falta, sino en el amor más fuerte o más débil a la ley de Dios.

«Me escribes que te sientes perdido. Tus amigos te han abandonado. Algunos hasta vuelven la cabeza cuando se encuentran contigo, otros se ríen de ti. Sólo la fe en Dios te sostiene para no perder la cordura o para no hacerte algo malo a ti mismo. Esto es lo que me escribes.

Perdiste tus bienes, sí, pero no te perdiste tú. Se perdió el comerciante, pero esto no significa que también el hombre esté perdido. No veniste al mundo con tus riquezas: todo eso se te fue “pegando” en el camino de la vida. Sin embargo, cuando llega final de nuestro andar en este mundo, debemos desprendernos de esas cosas. Pero es que tus bienes materiales se desprendieron de ti mucho antes de tu muerte, y eso te entristece todavía más. Recuerda, hermano, que ese desprenderse de lo material ha sido de gran provecho y felicidad para muchos, porque, apartándose de ellos la corrupta riqueza del mundo, tuvieron mucho más tiempo para enriquecer sus almas con Dios.

Y, para aquellos que se quitan el peso de la riqueza justo cuando se libran también de la carga del cuerpo, puede que ya sea demasiado tarde y terminen perdiendo todo. Dices que siempre has trabajado con honradez. Pero es que la honradez es recompensada en la vida eterna, no aquí. Trabajando honradamente, el hombre puede enriquecerse, pero también puede hacerse pobre. Pero, tal como la riqueza no hace al honrado más humano, la pobreza tampoco lo hace menos humano. Quien piense de manera diferente, es que no vive en la era del cristianismo, sino en tiempos de los paganos, cuando el valor de las personas se medía en una balanza con pesos de oro.

Por eso fue que Cristo se entregó para ser crucificado en el Gólgota: para destruir ese absutdo modelo y sustituirlo con otro, espiritual y moral. Según el modelo de Cristo, lo que le otorga un valor perenne al hombre no es cuánto y qué tiene, ni cuánto y qué le falta, sino en el amor más fuerte o más débil a la ley de Dios, de lo cual depende el flujo y el reflujo de este valor perpetuo, que no desciende a la sepultura junto con el cuerpo».

(Traducido de: Sfântul Nicolae Velimirovici, Răspunsuri la întrebări ale lumii de astăzi, Editura Sofia, pp. 15-16)