Desde nuestro nacimiento, nuestra señal es el amor
En principio, si no ofreces amor, no lo recibes. Con el tiempo, esto empieza a perder importancia para ti, porque vives del amor de Dios. Y entonces se lo ofreces a todos, sin que te preocupe si eres amado o no. Sencillamente, no te preocupa. Lo único que te importa es amar y estar con Él.
Para esto fue que nacimos! ¡Para amar! Pero ¿cuál es el error de nuestra educación? Te dicen: “No juegues con este niño, porque es malo”, “No hables con ese otro, porque es un mentiroso”. Y así es como empieza el mal. Porque el niño, ya desde el inicio de su vida, está listo para amar a todo el mundo. Él no sabe lo que significa “mío”, ni “tuyo”. Abrirá tu bolsa, hurgará en ella y tomará lo que le agrada. ¡Pero no es un ladrón! Simplemente no entiende los sentimientos de propiedad. Él ama… en general.
De muy pequeña, yo amaba a todo el mundo. No dejaba que mi mamá recibiera a nuestros huéspedes o invitados. Le decía: “Espera que los reciba yo. Tú vienes después”. Los invitaba a pasar, me sentaba con ellos y conversábamos unos minutos, aunque ellos fueran adultos y yo una niña. Amaba, probablemente, porque cada niño quiere ser amado. En principio, si no ofreces amor, no lo recibes. Con el tiempo, esto empieza a perder importancia para ti, porque vives del amor de Dios. Y entonces se lo ofreces a todos, sin que te preocupe si eres amado o no. Sencillamente, no te preocupa. Lo único que te importa es amar y estar con Él.